Por: Antonio Elizalde, Sociólogo y doctor en Desarrollo Humano y
Participación Social Rector Emérito de la Universidad Bolivariana de
Chile
La tendencia al monocultivo domina hoy la
agricultura globalizada. Siembras de solo una especie conllevan un potencial
riesgo fitosanitario. El llamado “granero” de las naciones es rico en grano pero
pobre en genes.
El mercado globalizado estandariza los gustos de los consumidores y le apuesta a homogeneizar los cultivos, un riesgo para la diversidad genética. - Víctor Manuel Holguín / Unimedios |
Durante miles de años, los seres humanos hemos
experimentado diversas maneras de habitar un territorio y vivir en común, de
encontrar y luego producir alimentos, de lenguajes para describir los mundos
internos y externos y compartirlos con otros, de construir viviendas e
infraestructuras, de transmitir a las nuevas generaciones la experiencia
adquirida, de crear instituciones que regulen la vida en comunidad. Las actuales
formas de vida son producto de la evolución cultural.
Solo hace ocho mil
años, cuando se descubrió que las semillas recolectadas se convertían en plantas
que crecían tan bien como las silvestres, se inició el cultivo y la
domesticación de especies vegetales. Esto hizo posible el desarrollo de una
economía hortícola. Después, el Homo sapiens desarrolló técnicas de
siembra, produciéndose un cambio en la relación con el entramado de la vida y la
naturaleza.
A la domesticación de las plantas siguió la de los animales,
la superación de la condición de cazadores recolectores y su transformación en
campesinos. Recién hace tres mil años la invención del arado, que usa otra
energía además de la propia para remover la tierra, permitió el surgimiento de
una economía agrícola, en la cual una fracción creciente de la población comenzó
a hacer algo distinto a solo obtener alimento. La economía industrial hizo su
aparición hace un par de siglos y la generalización del modo de vida urbano es
reciente.
Casi un cuarto de millón de plantas es ofertado en el
mundo, muchas incorporadas en nuestra dieta. En un área limitada en diversidad
botánica como América del Norte, los indígenas se alimentaron de 1.112 especies
diferentes, y aún hoy, los bosquimanos en las regiones áridas de África del Sur
usan en una comida normal 85 vegetales silvestres1.
Cultivar y sus técnicas cambiaron esta realidad, y la
humanidad solo ha podido incorporar menos de 1.500 alimentos en la agricultura
formal. A finales de 1920, una tienda de comestibles típicos de Canadá ofrecía
900 diferentes productos. Hoy, una promedio tiene 12.000, incluyendo más de 50
cereales para el desayuno. Sin embargo, solo 30 cultivos proveen el 95% de los
requerimientos nutricionales humanos (tres cuartas partes de la dieta se basan
en solo ocho cultivos), y el 75% de consumo de cereales se reduce al arroz, el
trigo y el maíz.
Homogeneización vs. diversificación
Importantes restricciones de la producción incrementan el
riesgo de la vulnerabilidad, debido a la gran uniformidad genética que la
homogeneización comercial ha impuesto. Ello sucede a pesar de que los agrónomos
son conscientes de la situación.
En noviembre de 1979, los genetistas K. E. Prasada Rao y
M. H. Mengesha recorrieron Sudán, posible centro del origen del sorgo, buscando
los parientes silvestres de esta gramínea. Al final, no encontraron la variedad
hegaris en todas las muestras tomadas y escasamente hallaron la variedad
zera-zera “casi al borde de la extinción”, cerca de Damazin.
El sorgo es de gran importancia en los países tropicales
y subtropicales, y el zera-zera es muy apreciado por su rendimiento y por ser la
base de la mayoría de las modernas variedades híbridas. “Los botánicos del
germoplasma están alarmados por la magnitud de la erosión genética de los
cultivares primitivos y la situación es más alarmante para los sorgos
silvestres”, sostienen Rao y Mengesha.
Durante el último medio siglo, en la India han crecido
probablemente más de 30.000 diferentes variedades locales de arroz. La situación
cambió drásticamente en los últimos 15 años. El director de investigación
agrícola del Instituto de la India en Nueva Delhi, H. K. Jain, predijo hace unos
25 años que esta enorme diversidad de arroz se reduciría en ese lapso a no más
de 50 variedades, de las cuales las diez primeras representarían casi tres
cuartas partes de la superficie de arroz del subcontinente.
Los consumidores han sido educados por el mercado a
comprar productos “naturales”, absolutamente normalizados y estandarizados en
tamaño, sabor y color. Cada vez se reducen más las posibilidades comerciales de
las especies no favorecidas para la producción en escala, quedando al mero
autoconsumo en localidades aisladas y al margen de las tendencias mundiales.
Tensión entre globalización y localización
productiva
La tendencia al monocultivo domina hoy la agricultura
global. Siembras de solo una especie y una variedad implican un potencial riesgo
fitosanitario que como una peste podría afectarla y potenciar la expansión de la
enfermedad.
La experiencia dice que cuando las semillas de una
cosecha se alejan de su “patria” genética, se experimenta una disminución de la
diversidad, lo que ha conllevado desastres. Hace un siglo, el redescubrimiento
de las leyes de Mendel sobre la genética concibió la ciencia de fitomejoramiento
moderno, esa que creó unas pocas variedades de cultivos de alto rendimiento,
borrando, en unas décadas, la poca diversidad genética que existía en el
hemisferio norte.
Las nuevas variedades fueron científicamente “diseñadas”
para satisfacer los exigentes requisitos de la cosecha mecánica, la molienda,
fermentación y horneado, pero su uniformidad ha aumentado el riesgo de
enfermedades. Los criadores de semillas “mejoradas” consideraron necesario el
viaje de regreso a los antiguos centros de la diversidad genética en Asia,
África y América Latina, con el objetivo de garantizar el éxito de sus
variedades. El llamado “granero” de las naciones es rico en grano pero pobre en
genes y, así, totalmente dependiente de la agricultura del Tercer Mundo para la
supervivencia a largo plazo de la agricultura occidental.
Esas razones se esgrimen para mirar hacia la “rémora” de
lo rural, desde una perspectiva distinta a la modernizante. Hay que encontrar
respuestas a los desafíos planteados en las agriculturas ecológica, biodinámica,
indígena, familiar, campesina y todos los diversos tipos de agricultura natural,
que buscan el equilibrio con el ecosistema y a su vez producciones agrícolas
sostenibles, mantenidas a lo largo del tiempo en distintas regiones del mundo, a
pesar de las tendencias actuales que ponen en riesgo la seguridad alimentaria.
1 Development dialogue. The Law of the
Seed - Another Development and Plant Genetic Resources, 1983, pp.
1-2.
Fuente: UN
Periodico, Edición Impresa No. 149. Universidad Nacional de Colombia.
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