12 de
ABRIL de 2014.
Por:
Giovanni Clavijo Figueroa, Unimedios
Hasta 900 mil insectos por hectárea están muriendo por la siembra excesiva de balso negro, árbol usado como sombra para cultivos de café. Abejas, hormigas y polillas, entre muchos otros, se ahogan en el néctar de las flores de esta especie. Los más afectados son los apicultores por la evidente disminución de abejas.
Decenas de
apicultores de veredas de los municipios de Oiba, San Gil y Socorro,
en el departamento de Santander, están alarmados por la disminución
de abejas en los últimos dos años, lo que ha repercutido en la
producción de miel, propóleo, cera, apitoxina (veneno), jalea y
polen.
Según los
afectados, en poco tiempo la zona dejaría de ser una de las
principales despensas mieleras del país. Y no es para menos, los
apiarios (que tienen entre 20 y 22 colmenas, cada una con hasta 80
mil individuos) están siendo ocupados tan solo a la mitad de su
capacidad. Como consecuencia, polillas y comejenes destruyen las
cámaras de crianza (celdas hexagonales donde se crían las obreras y
los zánganos), se comen la cera y los pocos recursos acumulados en
el panal.
Cada panal puede albergar hasta 80 mil abejas. En Santander algunos solo llegan a tener la mitad. foto: archivo particular |
El
profesor Jorge Tello, director del Grupo Apícola de la Facultad de
Medicina y Zootecnia de la Universidad Nacional de Colombia en
Bogotá, en asocio con el Sena, Corpoica, el ICA y la Secretaría de
Agricultura de Santander, entre otras organizaciones, indagó
sobre la considerable disminución del censo de enjambres en la
región.
Una
investigación de campo develó que no solo abejas sino también
hormigas, avispas, polillas, escarabajos, saltamontes y hasta
colibríes se están ahogando en el néctar de las flores del balso
negro (Ochroma pyramidale), que sirve de sombra para los
cultivos de café en el país.
El árbol
mide hasta 25 metros, es de tronco grueso y de madera liviana,
resistente y duradera. Según la indagación, cada ejemplar produce
hasta 500 flores que se caracterizan por secretar gran cantidad de
néctar, del cual se alimentan murciélagos nectarívoros, que, a su
vez, son los polinizadores naturales de la especie.
El
profesor Tello indica que los caficultores han plantado el balso
negro sin asesoramiento técnico, lo que ha llevado a que se siembren
hasta 80 árboles por hectárea, cuando en su ambiente natural solo
hay un ejemplar en ese mismo espacio. “Se convirtió casi en un
monocultivo que ha provocado una sobreoferta de néctar para la fauna
regional” afirma el investigador.
El
descubrimiento
Para
determinar cómo este factor perturbaba a los insectos, el científico
alimentó grupos de abejas con el néctar, realizó tres ensayos in
vitro y comprobó que no era una sustancia tóxica. Se detectó
que posee un aroma y sabor que atrae a las abejas, con una
concentración no muy elevada de azúcares del 12%, aproximadamente.
No
obstante, el interrogante seguía: ¿por qué abejas y otros animales
se ahogan dentro de las flores? Entonces, analizó la estructura de
la flor y allí encontró la respuesta, a saber, su estructura en
forma de trompeta. Se trata de una trampa natural donde el insecto no
puede aferrarse a los pétalos, resbala como en un tobogán y cae en
una piscina repleta de néctar pegajoso del cual no puede
desprenderse.
Las flores
tienen un promedio de nueve centímetros de largo y pueden producir,
en una noche, entre cinco y siete centímetros cúbicos de néctar.
Además, los investigadores han contabilizado hasta treinta insectos
sumergidos en una flor, incluidas abejas nativas, Apis y
africanizadas, así como hormigas, avispas, polillas, escarabajos y
saltamontes.
Otro
factor que agrava la situación es que los pobladores cazan de forma
indiscriminada a los murciélagos que se alimentan del néctar, pues
los confunden con otras especies que chupan la sangre del ganado.
Estos mamíferos voladores, al tener un estómago mucho más grande,
sorben el líquido y no lo dejan acumular, algo que debido a la
cacería no sucede en la actualidad.
Amenaza
doble
El
investigador de la UN asegura que el cultivo indiscriminado de balso
negro comprometerá seriamente al ecosistema local, debido a que no
habrá insectos que polinicen las plantas. Como consecuencia,
escasearán las semillas que permiten recomponer el bosque; incluso,
cultivos que dependen de la polinización, como el café y algunos
frutales, ya se ven afectados.
Si bien,
la regeneración vegetal se puede dar por la autopolinización, el
profesor Tello explica que esto ocasionaría endogamia, un fenómeno
indeseado en la naturaleza que hace que los árboles se crucen
con ejemplares muy cercanos genéticamente, reproduciendo vástagos
que portan características nodeseadas. A la larga, se disminuye la
calidad de los nuevos individuos al punto de no poder reproducirse.
Por otro
lado, la seguridad alimentaria se vería afectada. Si un árbol de
mango de 50 años de edad, con 30 metros de altura, tiene 200
millones de flores y produce entre 15 mil o 20 mil frutos, con la
ausencia de insectos polinizadores esa cantidad se reduciría
significativamente, hasta podría dejar de producir. La misma
situación afrontarían las plantas de mora, fresa, manzana, pera,
durazno, maracuyá y uchuva, entre otras.
Soluciones
a la vista
El primer
correctivo que se debería tomar es destruir los viveros con
plántulas de balso y no sembrarlo más. La otra opción es eliminar
los que ya están en pie y cambiar la sombra que cubre el café por
otros árboles que no causen daño, como guamo y nogal, cuya madera
es valiosa industrialmente.
La
recomendación que hacen los expertos a las autoridades ambientales y
a las agremiaciones, incluidos los cafeteros, es que antes de
expandir prácticas agrícolas masivas, como el uso del balso, acudan
a la academia y a sus científicos para valorar los efectos que
podrían tener esas decisiones.
Según el
profesor Tello, por ahora reina un silencio administrativo por parte
del Ministerio de Agricultura y de la Federación Nacional de
Cafeteros. “Ellos tienen el informe de la situación en Santander,
solo se espera que se fije una normativa rigurosa sobre la siembra de
este árbol en densidades similares a las naturales y no como un
monocultivo”.
Si esto no
se hace, advierte el profesor Tello, habrá una verdadera catástrofe
ecológica.
Fuente:
UN Periódico Edición No. 176. UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario