23/11/11.
He caminado kilómetros y kilómetros en el Chocó, en Colombia, en las
regiones de Palma Africana, y no hay ni un pájaro ni una mariposa, ni peces en
los ríos por la utilización de los productos químicos. He hecho un estudio el
año pasado sobre la palma en Indonesia donde hay un drama total, porque han
destruido 80 por ciento de la selva original, sobre centenares y centenares de
kilómetros solamente hay palma o eucalipto, eso es aberrante estéticamente
también. Estas regiones van a ser desiertos por la destrucción del medio
ambiente, dice François Houtart.
El sacerdote François Houtart (FH), uno de los fundadores del Foro Social
Mundial, se pronunció en contra del uso de transgénicos en el campo, pues
aseguró que sólo habrá ganancias para las trasnacionales que controlarán la
seguridad alimentaria del planeta y además se afectará irremediablemente la
biodiversidad que hay en el planeta.
Houtart, de 86 años y una de las figuras mundiales más destacadas del
movimiento altermundista global, se encuentra esta semana en la capital
angelopolitana, pues ofrece un curso en la Facultad de Economía de la
Universidad Autónoma de Puebla.
Quien fue candidato al Premio Nobel de la Paz fue entrevistado la mañana de
ayer por La Jornada de Oriente (JO) en el hotel en donde se hospeda. La charla
tocó varios temas, como el estado del capitalismo, la generación de nuevos
movimientos de integración social y el papel casi inamovible que han jugado los
gobiernos en los cambios para bien y mal del sistema.
Sin embargo, la materia en la que el sociólogo belga se ha especializado en
los años recientes es la producción agrícola. Su último libro Los
agrocombustibles, un escándalo para el sur (Ediciones La Tierra y Ruth Casa
editorial, Quito, 2011) aborda todas las implicaciones del cambio de vocación de
las superficies y el uso desmedido de insumos artificiales que dañan los
terrenos para siempre.
–JO: Hay en este momento en México una discusión sobre el uso de
transgénicos. Por una parte, las corporaciones alientan su utilización arguyendo
que se mejoran los productos y se garantiza la alimentación; por el otro,
campesinos y activistas advierten que su uso puede acarrear males insospechados
y algunos ciertos, como la pérdida de la biodiversidad, además de que se pone en
riesgo la seguridad alimentaria por la generación de patentes. ¿Cuál es su
posición?
–FH: Yo soy mucho más cercano de la posición de los movimientos campesinos,
porque es gente que tiene la experiencia. De verdad, el campesinado en general,
me refiero a los movimientos campesinos, tienen una tendencia conservadora,
porque por lo menos están seguros de lo que tienen y no saben lo que puede pasar
con lo que va a venir.
“No debemos tener una posición anticientífica, opuesta por principio a todo
cambio, pero en este momento, sobre este caso en particular, la posición de los
movimientos campesinos es la posición correcta, porque los riesgos son enormes y
todavía no se han medido. En este tema se trata la vida y la posibilidad de
reproducción de la vida.
“Por una parte, las consecuencias (del uso de los transgénicos) no se saben y
no se han hecho estudios bastantes contundentes para poder probar lo que dicen
las trasnacionales.
“Pero hay otro problema asociado al monocultivo, que es absolutamente
destructor del medio ambiente. En mi más reciente libro estudio no los
agrocombustibles como tales, sino la manera como se utilizan asociados a
monocultivos tienen un efecto absolutamente espantosa...”
–JO: De un montón de especies, vegetales, animales, insectos, tierra...
–FH: ¡Exactamente!, He caminado kilómetros y kilómetros en el Chocó, en
Colombia, en las regiones de Palma Africana, y no hay ni un pájaro ni una
mariposa, ni peces en los ríos por la utilización de los productos químicos.
“He hecho un estudio el año pasado sobre la palma en Indonesia donde hay un
drama total, porque han destruido 80 por ciento de la selva original, sobre
centenares y centenares de kilómetros solamente hay palma o eucalipto, eso es
aberrante estéticamente también”.
–JO: Un ecocidio que nadie paga.
–FH: Claro que no, porque eso es visto como externalidad por el capital, pero
se están preparando los desiertos para dentro de 100 años, estas regiones van a
ser desiertos por la destrucción del medio ambiente.
–JO: ¿Y este podría ser el caso de los transgénicos en México?
–FH: Podría ser, es que su uso está asociado con la concentración del poder
económico en la agricultura, porque evidentemente le da a Monsanto la capacidad
de controlar la reproducción de las semillas y la manera de producir los
transgénicos por la vía de patentes, eso implica una cosa horrible, ¡horrible!,
porque la única razón para eso es la ganancia y el control de la vida y hacer de
la vida una mercancía.
La crisis de los agrocumbustibles
“La idea de extender el cultivo de los agrocombustibles en el mundo y,
particularmente, en los países del sur es desastrosa, forma parte de una
perspectiva global de solución a la crisis energética. En los próximos 50 años
tendremos que cambiar de ciclo energético, pasando de la energía fósil, que es
cada vez más rara, a otras fuentes de energía. En el corto plazo es más fácil
utilizar lo que es inmediatamente rentable; es decir, los agrocombustibles. Esta
solución al reducirse las posibilidades de inversión y al esperar ganancias
rápidas parece la más requerida a medida que se desarrolla la crisis financiera
y económica”, ha explicado Huotart.
“Como siempre, en un proyecto capitalista se ignora lo que los economistas
llaman las externalidades; es decir, lo que no entra dentro del cálculo del
mercado, para el caso que nos preocupa, los daños ecológicos y sociales. Para
contribuir a la solución de la crisis energética con un porcentaje de entre 25 y
30 por ciento de la demanda se tendrán que utilizar centenas de millones de
hectáreas de tierras cultivables para la producción de agroenergía, en su mayor
parte en el sur, ya que el norte no dispone de la superficie cultivable
suficiente.
“Se tendrá, igualmente según ciertas estimaciones, que expulsar de sus
tierras a por lo menos 60 millones de campesinos. El precio de estas
‘externalidades’ no pagado por el capital, sino por la comunidad y por los
individuos, es espantoso”, señala en un artículo sobre su más reciente libro que
puede ser consultado en http://alainet.org/active/47497.
“Frente a la crisis hídrica que afecta al planeta, la utilización del agua
para producir etanol es irracional; en efecto, para obtener un litro de etanol,
a partir del maíz, se utiliza entre mil 200 y 3 mil 400 litros de agua. La caña
de azúcar también necesita enormes cantidades de agua. La contaminación de los
suelos y del agua llega a niveles hasta ahora nunca conocidos, creando el
fenómeno de ‘mar muerto’ en las desembocaduras de los ríos”. Como ejemplo de lo
anterior hay que mencionar que 20 kilómetros se han perdido en la desembocadura
del Mississippi, en gran medida causado por la extensión del monocultivo de maíz
destinado al etanol.
“La extensión de estas culturas acarrea una destrucción directa o indirecta
por el desplazamiento de otras actividades agrícolas y ganaderas de los bosques
y selvas, que son como pozos de carbono por su capacidad de absorción”, abunda.
Y añade: “el impacto de los agrocombustibles sobre la crisis alimentaria ha
sido comprobado. No solamente su producción entra en conflicto con la producción
de alimentos, en un mundo donde, según la FAO, más de mil millones de personas
sufren hambre, sino que también ha sido un elemento importante de la
especulación sobre la producción alimentaria de los años 2007 y 2008. Un informe
del Banco Mundial afirma que en dos años 85 por ciento del incremento de los
precios de los alimentos que precipitó a más de 100 millones de personas por
debajo de la línea de pobreza, lo que significa hambre, fue influenciado por el
desarrollo de la agroenergía.
Agrega que la extensión del monocultivo significa también la expulsión de
muchos campesinos de sus tierras. En la mayoría de los casos, aquello se realiza
por la estafa o la violencia. En países como Colombia e Indonesia se recurre a
las Fuerzas Armadas y a los paramilitares, quienes no dudan en masacrar a los
defensores de sus tierras. Miles de comunidades autóctonas, en América Latina,
África y Asia, son desposeídas de su territorio ancestral. Decenas de millones
de campesinos ya han sido desplazados, sobre todo en el sur, en función del
desarrollo de un modo productivista de la producción agrícola y de la
concentración de la propiedad de la tierra. El resultado de todo esto es una
urbanización salvaje y una presión migratoria tanto interna como internacional.
Fuente: ecoportal.net
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