EL TERCER SHOCK PETROLERO.
Primero fue en 1973; a raíz de la guerra del Yom Kippur en el Medio Oriente se desató una ola alcista de los precios del petróleo, de enero de 1973 a enero de 1974, de un año a otro, pasaron de US $1.62 a US $11.58, para un incremento del 475%. Superada la crisis y levantado el embargo petrolero de la OPEP a los países aliados de Israel, encabezados por los Estados Unidos,
los precios nunca retornaron a los niveles anteriores a la crisis. Ello obedeció a que dicha coyuntura marcó la transición de una era de combustibles abundantes, baratos y de suministros confiables a otra de combustibles escasos, costosos y de suministros expuestos a toda clase de contingencias políticas, la cual se prolonga hasta nuestros días . Luego, con la caída del Shah Mohammed Reza Pahlavi de Irán, se dispararon nuevamente los precios, entre enero de 1979 y enero de 1980 pasaron de US $2.50 a US $38, más de 15 veces (¡!). Es decir, que entre 1973 y 1980, en sólo siete años, el precio del crudo se elevó en 1.725%, lo cual es una barbaridad. Y ahora estamos en medio de la turbulencia que está causando el alza sostenida y pronunciada del precio del oro negro, que no da trazas de amainar. Ya se cumplieron ocho años consecutivos de alzas, entre 2003 y 2007 el precio del barril de crudo pasara de US $40 a US $90 y sólo bastaron seis meses para que saltara de US $100 el 2 de enero de 2008 a casi US $145.29 el 3 de julio. Desde esta fecha a esta parte ha perdido un 16% y tiende a estabilizarse en los US $120, pero sigue estando un 56% por encima de los precios del año anterior, atribuible en parte a la caída de la demanda, al aumento reciente de las reservas en los EEUU y al hecho de que ha cedido la tensión entre EEUU e Israel con Irán. Ya hay quienes se han precipitado a señalar que “la dinámica del mercado ha cambiado” , pero aún es muy prematuro para vaticinarlo. Esta escalada alcista de los precios del petróleo ha sido de tal magnitud que ha terminado por batir todos los record históricos, así en términos nominales como en términos reales. En efecto, si hacemos el ejercicio de deflactar los precios para poder equipararlos y tomamos como base el tipo de cambio del dólar americano de 2007, llegamos a la conclusión que no sólo se ha rebasado la marca histórica de los US $103.73 de diciembre de 1979, sino que incluso se superó el máximo promedio de todo el decurso de la industria del petróleo y su serie de precios que tocó el techo de los US $105.93 al cambio de 2007 en el ya remoto año 1864. La actual crisis viene precedida de una etapa caracterizada por precios bajos del crudo como lo fue la década de los 90, en el transcurso de la cual la rivalidad entre Arabia Saudita y Venezuela condujo al desplome de los mismos hasta situarse en los US $11 el barril. A diferencia de los dos shocks anteriores, en los que primaron los factores de índole política y tocaban más con la oferta, esta vez la presión está más del lado de la demanda y aunque la geopolítica también cuenta no es en este momento un factor decisivo en la crisis. Como lo afirma Pierre Tercian, director de la revista francesa Petrostratégies, esta vez “la gran novedad es la explosión de la demanda de los países emergentes y la actuación de los actores financieros que invierten masivamente en materias primas y petróleo para compensar la baja de las bolsas y del dólar” . Empezando por China que, de exportador pasó a convertirse en importador neto crudo y ahora importa el 50% de su consumo y la India que depende en un 70% de las importaciones de crudo para su abastecimiento, que sean convertido en unas verdaderas aspiradoras de materias primas, los países emergentes se han constituido en los mayores consumidores de crudo del planeta. La demanda mundial de crudo se viene recomponiendo en los últimos años; por primera vez China, India, Rusia y Oriente Medio consumen más crudo que Estados Unidos: 20.67 millones diarios en 2008, un incremento del 4.4%, según la AIE, mientras la demanda estadounidense se contrae 2% y se limita a los 20.38 millones de barriles diarios. Arabia Saudita, el mayor exportador, ha incrementado su consumo interno últimamente casi un 25%, pues están decididos a transformarse en un actor global importante en petroquímicos, aluminio, fertilizantes, industrias estas que demandan ingentes volúmenes de petróleo y gas natural. Es muy diciente que, según el más reciente reporte, hoy los hogares de los EEUU gastan menos de 4% de sus ingresos disponibles en contraste con el 6% registrado en 1980. Además la administración Bush se impuso la meta de que los EEUU reduzcan el consumo de gasolina en 20% en el curso de los próximos 10 años.La oferta de crudo se está quedando corta frente al crecimiento de la demanda global, que oscila entre 1.5% que es la media internacional y el 3% que registran los países no miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), influyente foro del que hacen parte aquellos países que acusan un mayor grado de desarrollo. De acuerdo a los pronósticos de la OPEP y de la Agencia Internacional de Energía (AIE), a este ritmo, para el año 2030 la demanda mundial de crudo se habrá trepado a los 120 millones de barriles diarios. Es tal la voracidad del mundo por los combustibles que anualmente se consume una cantidad tal que equivale al valor de cuatro siglos de plantas y animales! La AIE no oculta su preocupación ante tal perspectiva y advierte que “el público no es consciente de la importancia que tiene la tasa de declive de los campos existentes en el equilibrio del suministro energético y que esa tasa se acelerará en el futuro” . Son varios los factores que están influyendo en la limitación de la oferta de crudo, destacándose entre ellos las tensiones que han generado la guerra de Irak y Afganistán, el pulso entre Occidente e Irán, así como la inestabilidad política en Nigeria, séptimo exportador en el mundo y primero del África. Pero, definitivamente, lo que más está incidiendo en ello es el agotamiento de las reservas de crudo económicamente aprovechables; cada día que pasa extraer un barril de crudo es más difícil y costoso.
los precios nunca retornaron a los niveles anteriores a la crisis. Ello obedeció a que dicha coyuntura marcó la transición de una era de combustibles abundantes, baratos y de suministros confiables a otra de combustibles escasos, costosos y de suministros expuestos a toda clase de contingencias políticas, la cual se prolonga hasta nuestros días . Luego, con la caída del Shah Mohammed Reza Pahlavi de Irán, se dispararon nuevamente los precios, entre enero de 1979 y enero de 1980 pasaron de US $2.50 a US $38, más de 15 veces (¡!). Es decir, que entre 1973 y 1980, en sólo siete años, el precio del crudo se elevó en 1.725%, lo cual es una barbaridad. Y ahora estamos en medio de la turbulencia que está causando el alza sostenida y pronunciada del precio del oro negro, que no da trazas de amainar. Ya se cumplieron ocho años consecutivos de alzas, entre 2003 y 2007 el precio del barril de crudo pasara de US $40 a US $90 y sólo bastaron seis meses para que saltara de US $100 el 2 de enero de 2008 a casi US $145.29 el 3 de julio. Desde esta fecha a esta parte ha perdido un 16% y tiende a estabilizarse en los US $120, pero sigue estando un 56% por encima de los precios del año anterior, atribuible en parte a la caída de la demanda, al aumento reciente de las reservas en los EEUU y al hecho de que ha cedido la tensión entre EEUU e Israel con Irán. Ya hay quienes se han precipitado a señalar que “la dinámica del mercado ha cambiado” , pero aún es muy prematuro para vaticinarlo. Esta escalada alcista de los precios del petróleo ha sido de tal magnitud que ha terminado por batir todos los record históricos, así en términos nominales como en términos reales. En efecto, si hacemos el ejercicio de deflactar los precios para poder equipararlos y tomamos como base el tipo de cambio del dólar americano de 2007, llegamos a la conclusión que no sólo se ha rebasado la marca histórica de los US $103.73 de diciembre de 1979, sino que incluso se superó el máximo promedio de todo el decurso de la industria del petróleo y su serie de precios que tocó el techo de los US $105.93 al cambio de 2007 en el ya remoto año 1864. La actual crisis viene precedida de una etapa caracterizada por precios bajos del crudo como lo fue la década de los 90, en el transcurso de la cual la rivalidad entre Arabia Saudita y Venezuela condujo al desplome de los mismos hasta situarse en los US $11 el barril. A diferencia de los dos shocks anteriores, en los que primaron los factores de índole política y tocaban más con la oferta, esta vez la presión está más del lado de la demanda y aunque la geopolítica también cuenta no es en este momento un factor decisivo en la crisis. Como lo afirma Pierre Tercian, director de la revista francesa Petrostratégies, esta vez “la gran novedad es la explosión de la demanda de los países emergentes y la actuación de los actores financieros que invierten masivamente en materias primas y petróleo para compensar la baja de las bolsas y del dólar” . Empezando por China que, de exportador pasó a convertirse en importador neto crudo y ahora importa el 50% de su consumo y la India que depende en un 70% de las importaciones de crudo para su abastecimiento, que sean convertido en unas verdaderas aspiradoras de materias primas, los países emergentes se han constituido en los mayores consumidores de crudo del planeta. La demanda mundial de crudo se viene recomponiendo en los últimos años; por primera vez China, India, Rusia y Oriente Medio consumen más crudo que Estados Unidos: 20.67 millones diarios en 2008, un incremento del 4.4%, según la AIE, mientras la demanda estadounidense se contrae 2% y se limita a los 20.38 millones de barriles diarios. Arabia Saudita, el mayor exportador, ha incrementado su consumo interno últimamente casi un 25%, pues están decididos a transformarse en un actor global importante en petroquímicos, aluminio, fertilizantes, industrias estas que demandan ingentes volúmenes de petróleo y gas natural. Es muy diciente que, según el más reciente reporte, hoy los hogares de los EEUU gastan menos de 4% de sus ingresos disponibles en contraste con el 6% registrado en 1980. Además la administración Bush se impuso la meta de que los EEUU reduzcan el consumo de gasolina en 20% en el curso de los próximos 10 años.La oferta de crudo se está quedando corta frente al crecimiento de la demanda global, que oscila entre 1.5% que es la media internacional y el 3% que registran los países no miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), influyente foro del que hacen parte aquellos países que acusan un mayor grado de desarrollo. De acuerdo a los pronósticos de la OPEP y de la Agencia Internacional de Energía (AIE), a este ritmo, para el año 2030 la demanda mundial de crudo se habrá trepado a los 120 millones de barriles diarios. Es tal la voracidad del mundo por los combustibles que anualmente se consume una cantidad tal que equivale al valor de cuatro siglos de plantas y animales! La AIE no oculta su preocupación ante tal perspectiva y advierte que “el público no es consciente de la importancia que tiene la tasa de declive de los campos existentes en el equilibrio del suministro energético y que esa tasa se acelerará en el futuro” . Son varios los factores que están influyendo en la limitación de la oferta de crudo, destacándose entre ellos las tensiones que han generado la guerra de Irak y Afganistán, el pulso entre Occidente e Irán, así como la inestabilidad política en Nigeria, séptimo exportador en el mundo y primero del África. Pero, definitivamente, lo que más está incidiendo en ello es el agotamiento de las reservas de crudo económicamente aprovechables; cada día que pasa extraer un barril de crudo es más difícil y costoso.
EL CENIT DEL PETRÓLEO.
Los días aquellos en que los países productores de crudo que está por fuera de la OPEP podían influir sobre los precios abriendo sus grifos para ampliar la oferta son cosa del pasado; ya ni Rusia, ni EEUU ni México, están en condiciones de aumentar su oferta para forzar una caída de los precios. Y ello es debido fundamentalmente a la fuerte demanda interna a la que ya hemos aludido, a las pocas inversiones y a que muchos de sus yacimientos están a punto de agotarse. Como lo afirmó recientemente Francis Perrin, director de redacción de la revista Petróleo y Gas Árabes, “ningún país no OPEP está en condiciones de producir más. Venden todo el petróleo que pueden” y ni qué decir de los países que integran la OPEP, cuya producción está en el tope de su capacidad. De acuerdo con los analistas, en 2007 se dio el punto de quiebre en el que el influjo de la OPEP se hace cada vez mayor en la determinación de los volúmenes de crudo transados y del precio al cual se cotiza. Ahora bien, el análisis del histograma del comportamiento de las reservas de crudo en el mundo nos muestra que corresponde a la conocida campana de Gauss y en consecuencia se puede afirmar que su distribución es Normal o Gaussiana. Aplicada esta técnica estadística al petróleo, es lo que se conoce con el nombre de curva de Hubbert, para significar que dado su carácter no renovable, a medida que se extraer sus reservas estas se agotan hasta llegar a un punto de inflexión o pico en el que se empieza a dar la declinación del mismo. Este punto se conoce como Peak oil o Cenit del petróleo.Estimar las reservas remanentes se ha vuelto un acertijo, un ejercicio de bestguess, a cuál más, pero de que están cayendo están cayendo sin remedio. Las grandes compañías petroleras están literalmente peinando la tierra, sin mayor éxito, en su afanosa búsqueda de nuevas reservas que repongan las que ya se han extraído. Aunque hay diferencias ostensibles en las estimaciones sobre el momento en que la caída de las reservas probadas empieza a manifestarse, lo cierto es que todas las fuentes coinciden en que ello es inminente. Para Mackenzie – Youngquist está entre 2003 y 2009, para B. P y ASPO para el 2013, para B. P en 2009, para Wood Mackenzie 2011 y para USGS y EIA sería el 2021; en todo caso, no está muy lejos la hora en que estos augurios se harán realidad. Para entonces la producción de crudo habrá llegado a su clímax, que no sería superior a los 120 millones de barriles diarios, a ras con bola con los requerimientos para entonces. Estamos justamente en la meseta de la curva de Hubbert que nos llevará a su cúspide muy pronto y sus nefastas consecuencias no se harán esperar, dada la enorme dependencia de la industria y el transporte con respecto al petróleo y sus derivados. Lo acaba de reconocer Nobuo Tanaka, director ejecutivo de la AIE: “Podemos llamarla una crisis petrolera, dado el precio actual, que continúa trepando aún después de los intentos mundiales de reducir el consumo. Hay una cuestión crítica, estructural, en el mercado petrolero, donde el crecimiento de la oferta no alcanza la demanda” .
LOS MERCADOS DE FUTURO.
Aquello que los expertos catalogan como una “conjunción fatal” de anomalías está muy influida por el pánico y la incertidumbre, que superan con creses a todas las demás. A juicio del ex Presidente del Banco de la Reserva Federal (FED), Alan Greenspan, “El aumento de las incertidumbres geopolíticas con respecto a las reservas dudosas y la ausencia de inversiones para explotarlas, parecen ser las razones clave de las presiones sobre el alza del precio” . Como lo afirman Karen Lowry Millar Y Rana Foroohar, “El miedo es el que infla el mercado…nada odian más los mercados que la incertidumbre” , porque ellos le tienen aversión al riesgo. Los especuladores se encargarían del resto, pescando en río revuelto. Desde 1983, cuando se creó el mercado de futuros del petróleo ellos invadieron el juego! Bien dice el analista del Citibank Meter Lynch, que “Las sociedades de inversión agregan un nivel de volatilidad al mercado que no se vio durante la crisis de los 70” . El grueso de las transacciones en el mercado petrolero se da en la divisa norteamericana, razón por la cual su precio está indexado al alza o a la baja del dólar. Según el Ministro de Energía y Minas de Argelia, Chakib Jelil, “una caída del dólar de 1% provoca un alza del petróleo de US $4 por barril” . Los futuros del crudo se han más que duplicado en los últimos doce meses y los inversionistas que buscan protegerse de la caída del dólar siguen contribuyendo a que el petróleo, el oro cuyo precio ya está frisando los US $1.000 la onza troy, el maíz y la gasolina rompan todos los records. Pero, además, el debilitamiento del dólar hace que este deje de ser atractivo como moneda – reserva, lo propio ocurre con los alicaídos bonos del tesoro de los EEUU y más recientemente con las acciones de Bolsa, sobre todo luego del descalabro financiero que se precipitó en los Estados Unidos a raíz de la gran crisis del mercado hipotecario. La concurrencia de estos factores provocó una estampida de los operadores de los fondos de inversión, que migraron y empezaron a refugiarse en los mercados de materias primas, principalmente en el del petróleo. Los mercados de futuro le han imprimido una gran volatilidad a los precios de los crudos y como producto de las llamadas por Robert Luckas expectativas racionales se elevan desmesuradamente, sin que ello corresponda a las leyes de oferta y demanda del mercado. Si bien la escasez y los mayores costos del crudo, así como la baja de los inventarios y las contingencias ya sean de orden político o climatológicas, sumados al desaforado incremento de la demanda, afectan los precios, la especulación en los mercados de futuro les sirve de catalizador exacerbando la tendencia alcista. Con justa razón el Ministro de petróleo de Arabia Saudita y líder de facto de la OPEP, Alí Naimi, sostiene, refiriéndose a la espiral alcista del último año, que “el precio actual no tiene ninguna relación con los fundamentos de oferta y demanda” . A esta misma conclusión llegó una Comisión del Congreso de los EEUU que se ocupó del tema y llegó a la conclusión que el precio del petróleo estaría cerca de los US $65 por barril – menos de la mitad del precio actual -, de no haber sido por la interferencia de los brotes especulativos en los mercados de futuro. Entre los especuladores están los grandes fondos de inversión de los grandes capitales de Estados Unidos y Europa. Y es que este es un mercado muy apetecido, dada la magnitud de las cifras en juego; estamos hablando de un negocio que mueve al año una suma superior a la friolera de US $4´080.700 millones anuales.
LAS ENERGÍAS ALTERNATIVAS.
La gran crisis que se desató en 1973 se constituyó en un campanazo de alerta para Occidente, pues el embargo petrolero que le decretó la OPEP a las grandes potencias, en represalia por su apoyo a Israel y la reticencia de las Siete hermanas a incrementar el precio de exportación de sus crudos, le causó serios trastornos y puso de manifiesto su gran vulnerabilidad. En medio de las tensiones de la guerra fría el ex presidente Richard Nixon llegó a afirmar en su libro La verdadera guerra, que el estrecho de Ormuz era la yugular de Occidente y que si la antigua URSS llegaba a controlarlo le habría ganado la guerra a Occidente sin necesidad de disparar un solo misil. Con ello quiso poner de relieve la enorme dependencia de las grandes potencias, los EEUU en primer lugar, de los suministros de crudo provenientes del Golfo pérsico. Se columbró, entonces, la importancia de diversificar las fuentes, tanto en materia de energía como de origen geográfico y se propusieron diversificarlas. A ello obedeció la creación de la AIE en 1974 por parte de la OCDE; a través de esta se buscaba inicialmente procurar asegurar el abastecimiento de petróleo, particularmente en situaciones de emergencia, con el fin de garantizar un crecimiento económico sostenido. Posteriormente, se amplió su objeto a la coordinación de las políticas energéticas de sus estados miembros, con la finalidad de asegurar energía confiable, asequible y, algo muy importante, limpia a sus respectivos habitantes. Se trataba de capear la crisis planteada a partir de un proyecto de largo aliento tendiente a promover y fomentar las fuentes alternativas de energía, lo cual le dio un renovado impulso a la industria del carbón y del gas natural. Por lo demás, los mayores precios del crudo amplió la frontera económica a las fuentes alternas que merced a ellos empezaban a ser competitivas. Después de la amarga experiencia y los apremios de las crisis de los 70 y de los 80, se impuso la necesidad de propugnar por el ahorro, el uso eficiente y la conservación de la energía, que hasta entonces se había derrochado en la creencia de que se contaba con reservas infinitas de crudo. De hecho, los EEUU promulgaron en 1975 su Ley de Conservación Energética y Aumento de la Eficiencia de los motores; como resultado de esta decisión, los automóviles estadounidenses pasaron de un rendimiento de 13 millas por galón en 1973 a 28.2 millas en 1986. A ello se vino a sumar la preocupación por el medio ambiente, sobre todo después de conocerse los primeros estudios que mostraban el alarmante índice de contaminación del mismo y su impacto en el clima global.
EL DESORDEN CLIMÁTICO.
Svante Arrhenius, fue el primero en aventurar la tesis de que las emisiones de CO2 provenientes de la combustión de derivados de origen fósil y otros procesos de combustión habrían de provocar el calentamiento global, en su obra “sobre la influencia en la temperatura del suelo del ácido carbónico en el aire”, publicado en 1890. Los registros históricos, que datan desde 1856, muestran claramente que hay una gran correspondencia entre uno y otro fenómeno, tanto la concentración de CO2 como la temperatura suben consistentemente; este es el cambio climático que tiene a la Comunidad Internacional al borde de la histeria por sus devastadores efectos. El ex presidente de los EEUU se anotó un éxito al abanderarse de la causa de la lucha contra el cambio climático, el cual le mereció el Nobel de paz, su libro Una verdad incómoda se convirtió rápidamente en un best seller y ganó el premio Oscar como mejor documental .
Ahora bien, el hecho de que en los últimos once años se hayan registrado las temperaturas más altas desde hace cincuenta tiene sus implicaciones, nefastas todas ellas. El calentamiento global se manifiesta de múltiples maneras, muchos de los desastres que antes se le achacaban a la naturaleza ahora nos hemos podido percatar que responden al cambio o, mejor dicho, al desorden climático. Cuando no son las olas de calor las que agobian a las poblaciones son las olas irresistibles de frío. El calor infernal que abrazó a Europa, pero muy especialmente a Francia, en 2003 causó más de 30.000 muertes. Fenómenos como los ciclones han aumentado desde los años 70 su frecuencia, duración e intensidad y, desde luego, sus estragos han sido mayores a consecuencia del calentamiento global . Está demostrado que tsunamis como el devastador del Océano índico en 2004, que cobró más de doscientos mil muertes, tienen su origen en el aumento de la temperatura del mar; el huracán Katrina, que azotó la costa Este de los EEUU y asoló a Nueva Orleáns en el 2005 se encargó de advertirle a Bush que, como dice Green Peace “Dios siempre perdona, el hombre a veces, la naturaleza… nunca” los desafueros que se cometen contra ella. Y lo sentenció Galileo, hace muchísimos años: Con toda justicia, la naturaleza se venga a veces de la ingratitud de los que la han maltratado durante mucho tiempo”.A mayor concentración de CO2 nos expondremos a más altas temperaturas; ya no son conjeturas, está comprobado científicamente. En 1990 el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), una red de más de dos mil científicos creada a propósito por las Naciones Unidas, pronosticó que para 2006 la temperatura media se elevaría entre 0.15 y 0.37 grados centígrados y efectivamente el aumento real estuvo dentro de dicho rango, 0.33 grados centígrados. Según el mismo Panel la concentración de CO2 se ha incrementado en cerca del 40% desde la revolución industrial hasta la fecha y en los próximos cien años se puede duplicar o aún triplicar con efectos impredecibles, si no hacemos nada para evitarlo . Actualmente dicha concentración está en las 380 ppm, cifra esta que supera el rango natural de los últimos 650.000 años. Lo más grave es que los combustibles de origen fósil, que son los responsables del 80% del CO2 que se emite a la atmósfera, son a la vez los que satisfacen el 85% de las necesidades energéticas del mundo. Las conclusiones del estudio realizado por el economista Nicholas Stern, ex presidente del Banco Mundial, por encargo de las autoridades británicas son coincidentes con las del IPCC. Como lo advierte Carl Wunsch, “la idea de no hacer nada me parece una verdadera locura”. Y “cuanto más pronto actuemos más fácil será la tarea” acota Stern. A ello le apostó primero el Protocolo de Kyoto y más recientemente la Conferencia de Bali, que prohijó el proceso que deberá conducir a la comunidad internacional hasta el post Kyoto .
Ahora bien, el hecho de que en los últimos once años se hayan registrado las temperaturas más altas desde hace cincuenta tiene sus implicaciones, nefastas todas ellas. El calentamiento global se manifiesta de múltiples maneras, muchos de los desastres que antes se le achacaban a la naturaleza ahora nos hemos podido percatar que responden al cambio o, mejor dicho, al desorden climático. Cuando no son las olas de calor las que agobian a las poblaciones son las olas irresistibles de frío. El calor infernal que abrazó a Europa, pero muy especialmente a Francia, en 2003 causó más de 30.000 muertes. Fenómenos como los ciclones han aumentado desde los años 70 su frecuencia, duración e intensidad y, desde luego, sus estragos han sido mayores a consecuencia del calentamiento global . Está demostrado que tsunamis como el devastador del Océano índico en 2004, que cobró más de doscientos mil muertes, tienen su origen en el aumento de la temperatura del mar; el huracán Katrina, que azotó la costa Este de los EEUU y asoló a Nueva Orleáns en el 2005 se encargó de advertirle a Bush que, como dice Green Peace “Dios siempre perdona, el hombre a veces, la naturaleza… nunca” los desafueros que se cometen contra ella. Y lo sentenció Galileo, hace muchísimos años: Con toda justicia, la naturaleza se venga a veces de la ingratitud de los que la han maltratado durante mucho tiempo”.A mayor concentración de CO2 nos expondremos a más altas temperaturas; ya no son conjeturas, está comprobado científicamente. En 1990 el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), una red de más de dos mil científicos creada a propósito por las Naciones Unidas, pronosticó que para 2006 la temperatura media se elevaría entre 0.15 y 0.37 grados centígrados y efectivamente el aumento real estuvo dentro de dicho rango, 0.33 grados centígrados. Según el mismo Panel la concentración de CO2 se ha incrementado en cerca del 40% desde la revolución industrial hasta la fecha y en los próximos cien años se puede duplicar o aún triplicar con efectos impredecibles, si no hacemos nada para evitarlo . Actualmente dicha concentración está en las 380 ppm, cifra esta que supera el rango natural de los últimos 650.000 años. Lo más grave es que los combustibles de origen fósil, que son los responsables del 80% del CO2 que se emite a la atmósfera, son a la vez los que satisfacen el 85% de las necesidades energéticas del mundo. Las conclusiones del estudio realizado por el economista Nicholas Stern, ex presidente del Banco Mundial, por encargo de las autoridades británicas son coincidentes con las del IPCC. Como lo advierte Carl Wunsch, “la idea de no hacer nada me parece una verdadera locura”. Y “cuanto más pronto actuemos más fácil será la tarea” acota Stern. A ello le apostó primero el Protocolo de Kyoto y más recientemente la Conferencia de Bali, que prohijó el proceso que deberá conducir a la comunidad internacional hasta el post Kyoto .
DE LOS HIDROCARBUROS A LOS CARBOHIDRATOS.
De allí la imperiosa necesidad de recurrir y adoptar otras fuentes de energías y dado que tendremos que convivir por un largo rato con el uso de los combustibles de origen fósil se precisa desarrollar la tecnología tendiente a su sustitución gradual y progresiva y la implementación de medidas que permitan hacer un uso más eficiente del mismo y reducir sus emisiones de CO2 y mitigar sus deletéreos efectos. Es bien sabido que el combustible del futuro es el hidrógeno y las investigaciones para su uso marchan vertiginosamente, pero en el entre tanto se vienen imponiendo otros combustibles que servirán de puente, es el caso de los biocombustibles, que marcan dicha transición. Con estos no se pretende, ni más faltaba, sustituir a los combustibles de origen fósil, pero si complementarlos a través de la mezcla ya sea con la gasolina – motor o el ACPM, a fin de reducir la dependencia respecto a los mismos y también mejorar la calidad de los mismos. Los biocombustibles, además de reductores de las emisiones de CO2 a la atmósfera, contribuyen a reducir la dependencia con respecto a los combustibles de origen fósil, diversificando la matriz energética y al desarrollo de una nueva cadena productiva, la agroenergía, generando mayor empleo e ingreso familiar, sobre todo en el campo.
Brasil le tomó la delantera al resto del mundo y desde la década de los 70 emprendió un ambicioso programa de producción de etanol a partir de la caña de azúcar, tanto para su consumo doméstico como para la exportación. Como lo afirmó el Presidente del BID, Luis Alberto Moreno, la bionergía se está convirtiendo en “un gran punto de encuentro de las Américas”, a tal punto que hizo posible el reencuentro de los EEUU y Brasil, lo cual parecía impensable después del fracaso del ALCA. Para ambos los biocombustibles se han tornado en un elemento esencial y estratégico para la región y por ello resolvieron suscribir un Memorando de Entendimiento sobre el particular, como respuesta según Luiz Inacio Lula da Silva, Presidente de Brasil “al gran desafío energético el siglo XXI”. Las estadísticas muestran un gran auge de los biocombustibles en el mundo, el año anterior la producción de bioetanol y biodiesel acusó un incremento del 29.6%, hasta alcanzar, a ojo de buen cubero, los 52.756 millones de litros. En 2007 la producción mundial de bioetanol fue del orden de los 43.963 millones de litros, siendo los principales productores en su orden los EEUU con 21.703,5 millones, Brasil con 16.583,7 millones, la Unión Europea con 2.003,4 millones y China con 1.413,51 millones; en cuanto al biodiesel la producción total fue de 8.792,7 millones de litros, destacándose Alemania en primer lugar con 2.226 millones de litros, EEUU con 1.335,6 millones, Francia con 1.279,95 millones e Italia con 612 millones toneladas. Colombia incursionó en este mercado a partir de 2001 con una producción que se mantiene en los 1.050.000 litros diarios de etanol y desde 2008 se producenn 262.241 litros día de biodiesel, con un desarrollo aún incipiente; entre tanto Argentina y Perú hicieron lo propio a partir de 2007 y 2008, respectivamente. Y, quién lo creyera, Venezuela, luego de los devaneos iniciales del Presidente Chávez, haciéndole eco a las diatribas del Comandante Fidel Castro en contra de los biocombustibles, se ha convertido en uno de los más fervientes defensores del mismo. Contra lo que Fidel Castro catalogó como la “la idea siniestra de convertir los alimentos en combustible” , Chávez participa del furor de los biocombustibles. “Necesitamos que en cada lugar donde se construya una refinería, tener la producción de etanol necesaria para inyectarle a esa gasolina, al menos un 10%; esto implica millones de hectáreas de caña o palma africana” , afirmó refiriéndose a PDVSA. Inexplicablemente, en la VII Comisión mixta intergubernamental, realizada en la Habana el 28 de febrero de 2007, se acordó “la instalación en Venezuela de 11 plantas de etanol y el desarrollo de la producción cañera con esos fines” , con el apoyo técnico de Cuba y “quedaron listos, además los contratos correspondientes al suministro de las cuatro primeras plantas de etanol” de Venezuela a Cuba. Un reciente estudio de la Universidad de Wisconsin (Johnston y Holloway, 2006), que evaluó el potencial de exportación de biodiésel entre 223 países, a través de varios indicadores de tipo económico, energético y social, indica que Colombia se encuentra en el sexto puesto de la lista Top Ten de los países en vías de desarrollo con mayores potenciales de exportación de biodiésel y entre los primeros tres con mayor rentabilidad en este agronegocio.
BIOCOMBUSTIBLES O AGROCOMBUSTIBLES.
Se prevé un gran dinamismo en la producción y comercialización de los biocombustibles, habida cuenta que la Unión Europea aspira a contar con una mezcla del 10% de biocarburantes en el transporte para el 2020, por su parte los Estados Unidos han previsto que para el 2015 estarán en un 5% de mezcla con biodiesel. Se espera un crecimiento de la demanda por biocombustibles del orden del 15% anual hacia los próximos años. El alcohol se produce a partir de procesos de fermentación y destilación de vegetales ricos en azúcares y/o almidones, tales como el maíz, la caña de azúcar, la remolacha el sorgo dulce, entre otros. En tanto el biodiesel o diester se obtiene a partir de procesos de transesterificación de diferentes tipos de grasas animales o aceites vegetales, tales como la palma africana, la higuerilla, la jatropha la soja, la colza, etc. Este origen biomásico es el que les da la denominación a estos combustibles alternativos, que algunos cuestionan por considerar que contrariamente a las bondades que se les atribuye puede resultar peor el remedio que la enfermedad. Sus críticos prefieren llamarlo agrocombustibles, al cuestionar su sostenibilidad ambiental. Se sostiene, a guisa de ejemplo, que el premio Nobel de Química Paul Crutzen “encontró que el etanol proveniente de la canola (sic!) y el maíz pueden producir respectivamente entre el 70% y el 50% más de gases de efecto invernadero que los combustibles fósiles” . Estudios muy serios han llegado a la conclusión que, en efecto, la producción de etanol a partir del maíz arroja un pobre balance neto energético, que puede llegar a ser negativo e incluso resulta dudosa su viabilidad y sostenibilidad ambiental cuando se analiza rigurosamente el ciclo de vida de los procesos que comporta dicha industria. Cuando equiparamos la relación de energía utilizable / energía necesaria para extraer y procesar el producto, nos topamos con el hecho que mientras la del petróleo es de 7 a 1, para el etanol a partir del maíz puede ser de 2 a 1, cuando no menor de 1 a 1, según los estudios disponibles. Así las cosas, resulta difícilmente defensable el etanol a partir del maíz, que es lo que se viene haciendo en los Estados Unidos, en donde el 90% de su producción lo utiliza como materia prima. Pero, es que hay diferencias muy significativas en la producción de etanol, según se trate de los insumos empleados para producirlo, la eficiencia de los procesos y los costos de los mismos. No hay punto de comparación en este sentido entre el maíz y la caña de azúcar: mientras que el rendimiento con el primero no supera los 3.500 litros/hectárea de etanol producido, en el segundo caso sobrepasa los 6.500 litros por hectárea (¡!). Algo similar ocurre con la producción de biodiesel, si es a partir de la soja, de uso extendido en la Unión Europea, se pueden producir sólo 500 kilogramos por hectárea de aceite contra los 4.000 kilogramos (¡!) si lo extraemos a partir de la palma africana.
UNIDAD DE ENERGÍA PRODUCIDA/UNIDAD DE ENERGÍA REQUERIDA.
Bien se ha dicho que las comparaciones además de odiosas son injustas y este es el caso; no se puede generalizar sin inducir al error, pues lo que se predica para el maíz o para la soya no es aplicable a otras materias primas, que son las que de preferencias se vienen utilizando en Suramérica, particularmente en Colombia. Esta precisión es necesario hacerla, para plantear la discusión en su justa dimensión, pues, aunque resulta tentador hacerlo, no es admisible ni de buen recibo que, para denostar de los biocombustibles, se recurra a la consabida estratagema de construir un muñeco de paja para después solazarse destruyéndolo a manotazos. Para ser justos, hay que analizar caso por caso, antes de apresurarse a sacar conclusiones que pueden resultar erróneas, por decir lo menos. De la misma manera, es menester indagar sobre el ciclo de vida de los distintos procesos de producción de biocombustibles, para así poder determinar su sostenibilidad ambiental. Es un hecho que todos estos procesos conllevan la utilización de combustibles de origen fósiles o agroquímicos del mismo origen, que lógicamente emiten gases de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera. Ello es innegable, de lo que se trata es de determinar si es mayor o menor la cantidad de emisión de GEI con relación a la que captura o reduce, considerando toda la cadena productiva desde la labranza en los cultivos hasta el último eslabón de la mezcla. Hecho este doble análisis, el del Balance neto energético y el del ciclo de vida, así como el de las buenas prácticas agrícolas e industriales, podremos concluir objetivamente si se justifica el empleo de los biocombustibles. No se puede, entonces, pretender meter en un solo costal toda la amplia gama de posibilidades que ofrece la tecnología para refinar el etanol ni darle el mismo tratamiento. Hay que separar la paja del grano, discernir, amerita hacer un análisis concreto de la realidad concreta. De igual forma, es necesario distinguir la realidad de otras latitudes, como es la europea, de la propia; son situaciones que no se pueden extrapolar. Allá, prácticamente está agotándose la frontera agrícola, mientras en Latinoamérica y sobre todo en Colombia hay vastas extensiones de territorios vírgenes. Dinamarca es diferente de Cundinamarca!
MENOR EMISIÓN DE GEI.
En este sentido, la Unión Europea está siendo muy severa. En efecto, la nueva directiva europea de energías renovables dice que no se podrán etiquetar como biocombustibles los que utilicen materias primas de bosques vírgenes, praderas y áreas protegidas o de la conversión de humedales y zonas de silvicultura, ni los que emitan por encima de un 35% menos de GEI que los combustibles fósiles. Cómo será, que el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), dependiente del Ministerio de Industria de España, advierte que la política de la Unión Europea les está poniendo a los biocombustibles las cortapisas que nunca se le han puesto a los hidrocarburos. "Nunca antes se había llegado tan lejos con la exigencia de sostenibilidad, hasta el punto que los biocombustibles reciben un peor trato que la producción agrícola tradicional o los carburantes fósiles, para los que no existen esas exigencias", afirma. Lo cierto es que se están haciendo serios esfuerzos tendientes a establecer estándares internacionales que permitan cribar los biocombustibles según su calidad para que se puedan comercializar internacionalmente. Y quien no los observe no va a tener cabida en los mercados internacionales, así de sencillo y claro. Colombia arrancó con pie derecho y dio un paso muy positivo, además de certero, al expedir el Documento CONPES 3510, expedido en marzo 31 de este año, en el cual se fija la política respecto a los biocombustibles y dejar claramente establecido que se busca “incrementar competitivamente la producción de biocombustibles, contribuyendo a la generación de empleo formal, al desarrollo rural y al bienestar de la población, bajo la premisa de garantizar un desempeño ambientalmente sostenible”. Y lo dejó claramente establecido el Ministro de Medio Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial, Juan Lozano, al fijar los lineamientos de Política de Energéticos: “Colombia puede aprovechar su posición geográfica para mayor captura de energía y producción de biomasa con destino a la producción de biocombustibles, siempre y cuando no se afecten ecosistemas estratégicos que provean bines y servicios ambientales importantes para la sociedad y se consideren los efectos sobre la seguridad alimentaria”. Sólo tendrán futuro los biocmbustibles que sean sostenibles tanto desde el punto de vista económico y social como ambiental; de allí la enorme importancia que tiene la etiqueta o certificación que así lo acredite.
EL BOOM DE LAS MATERIAS PRIMAS.
La fiebre de los biocombustibles ha coincidido con el boom de las materias primas o productos primarios en los mercados internacionales. Las materias primas en general tuvieron en los últimos seis meses su mejor semestre en 35 años; las 19 materias primas del Índice Reuters / Jefferies CRB Index subieron un 29% en tan corto lapso, el mayor incremento desde 1973, según datos compilados por Bloomberg News. El crecimiento inusitado de la economía china y la de la India ha estado acompasado por un aumento sin precedentes de su demanda, especialmente de productos primarios. Ya vimos cómo ambos países emergentes perdieron hace rato la autosuficiencia petrolera y se han convertido en grandes consumidores de crudo; pero, lo propio ha sucedido, por ejemplo, con el carbón. China, donde el 70% de la generación eléctrica es a carbón, después de ser uno de los grandes exportadores del mineral, en el primer semestre del año pasado se convirtió en importador neto, con 51.02 millones de toneladas. Y no es para menos, habida consideración que, según la AIE, en 2006 se instalaron en China el equivalente de tres centrales térmicas a carbón de 1.000 MW cada semana. Ello contribuyó notablemente a que se dispararan los precios, que ya superan los US $120 por tonelada en los mercados internacionales, ávidos de carbón, toda vez que el 40% de la energía que se genera en el mundo es a base de este mineral. La historia se repite con el acero, el ferroniquel, el cobre, hierro, aluminio, zinc, etc. Como lo afirma Bede Boyle, de la Auustcoal consulting Alliance, refiriéndose al carbón, pero que es aplicable a los demás renglones, “es una demanda enorme y sin precedentes. Nadie supo anticiparla, nadie la vio venir”.
La de china es hoy la segunda mayor economía del mundo y crece a un ritmo desenfrenado y de manera sostenida, por encima del 10%, más del doble del crecimiento promedio de la economía global; ello la ha convertido en una verdadera locomotora. En los últimos 8 años el PIB de china se ha triplicado, lo cual es algo sin igual. Para la muestra un botón: allí se instalan o se relocalizan de manera febril fábricas, se construyen modernos edificios, autopistas y recientemente construyeron la obra más descomunal, el ultra moderno ferrocarril que une a Quinhai con el Tibet, de más de 960 kilómetros de vía por encima de los 4.000 metros (¡!) y 550 kilómetros sobre hielo perpetuo y muy pronto inaugurará la presa más grande del mundo, la de Las tres gargantas del Río Yangtsé, bautizada por lo colosal como la Segunda Muralla china, con una capacidad instalada de generación de energía eléctrica de 22.5 GW de potencia y 100 TWH al año, con 32 turbinas del 700 MW cada una, la cual abastecerá el 10% de la demanda de energía de toda China. Ello explica que pese a contar China con 7.000 plantas siderúrgicas, todas ellas gigantescas, como no dan abasto se importa parte del acero para su consumo interno y materia prima para producirlo. En los últimos cinco años, China ha sido responsable del 64% del aumento de la demanda de cobre, 70% de la de aluminio y 82% de ka de zinc, productos estos imprescindibles en su proceso acelerado de industrialización. Guardadas las proporciones, algo semejante está ocurriendo en la India y entre uno y otro han contribuido a que se disparen los precios de todos los productos primarios; de allí la inflación global, que tantos dolores de cabeza le están causando a los bancos centrales de los distintos países. El común denominador en todos los países es el mayor peso relativo en la inflación de los ítems correspondientes a energía y alimentos. Se creía, que la desaceleración de la economía de los Estados Unidos atemperaría las alzas de precios por la caída en la demanda global, pero ello no ha ocurrido porque contra todos los pronósticos las economías emergentes se desacoplaron de la economía estadounidense . Por el contrario, dicha desaceleración de la economía norteamericana, agudizada con la crisis financiera que aún sigue sin tocar fondo, ha debilitado el dólar y dado que los bienes primarios se transan es en esa divisa, los precios suben para compensar la caída de la cotización del dólar, he allí otra causa de la inflación galopante.
LA CRISIS ALIMENTARIA.
Desde luego, los alimentos, que hacen parte de los productos primarios, no han escapado de esta onda inflacionaria y, por lo sensible, ha tenido un impacto impresionante en el mundo, especialmente en los países en desarrollo, por ser estos los más vulnerables. El apetito de los países emergentes, especialmente China e India, no se limita a los metales o al petróleo, también va con los alimentos. El alza desmesurada del precio de los alimentos explica cerca del 70% de la inflación en los países emergentes en 2007, que alcanzó a 6.4%. Según la FAO (Food and Agricultura Organization) entre 2002 y 2008 el Índice general de precios de los alimentos se incrementó de 94 a 218; los lácteos de 88 a 266; la carne de 96 a 136 y cereales de 97 a 184 y se prevé que esta tendencia se prolongará por lo menos por diez años más, atizada en gran medida por la relativa inelasticidad en el corto plazo de la oferta. Razón para pensar que esta vez el alza de precios no es pasajera, pues responde más a razones estructurales que coyunturales. Tiene, entonces, razón The economist cuando sostiene que “hemos llegado al final de la era de la comida barata”. No obstante, bueno es aclarar que los precios de los alimentos venían de una racha de bajos precios, pues entre 1974 y 2005 cayeron un 75% en términos reales; de modo que al incrementarse dichos precios en esa misma proporción en los últimos dos años, no han hecho más que retornar a los niveles de 1974 recobrando así su poder de compra. Naturalmente los más afectados son aquellos países que dependen más de la importación de alimentos. El año anterior la inflación de alimentos alcanzó a 34% en Sri Lanka, a 21% en Costa Rica y rozó el 14% en Egipto. Como siempre, quienes llevan la peor parte en la crisis son los pobres y esta no es la excepción; sobre todo que los estratos más bajos de la población gasta en alimentos entre el 50% y el 70% de su precario ingreso. De allí las protestas y los disturbios que se han desatado en muchos países, tan distantes unos de otros como Haití, Egipto y Tailandia, el que ha llamado las Naciones Unidas Tsunami silencioso. Robert Zoellick, Presidente del Banco Mundial, advirtió recientemente que cerca de 33 países corrían riesgos de levantamientos sociales por que no soportan más las alzas, las cuales de paso están comprometiendo la seguridad alimentaria de los más débiles.
El incremento desmedido de los precios de los alimentos ha llevado al fenómeno mundial que algunos especialistas no dudaron en bautizar como agroinflación. En primer término, la población del mundo crece cada año entre 72 y 73 millones de personas y esa mayor población demanda 1.6 millones de toneladas de alimentos anuales, aproximadamente, adicionales. Volviendo a la India y a la China, precisamente los dos países más poblados de la tierra, en ambos ha subido sensiblemente el ingreso per cápita de su población, lo cual se traduce en poder adquisitivo, poder de compra y más demanda en procura de mejorar su estándar de vida, la cual lógicamente presiona sobre los precios. Sumadas, la demanda de la China y la India por alimentos equivalen nada menos que al 14% de la demanda global de los mismos. El consumo per cápita de alimentos se incrementó en un 30% en los últimos cinco años en las ciudades, receptoras de la población que se desplaza del campo. China se ha convertido en el tercer importador de productos agrícolas, después de EEUU y Japón; se estima por parte de la OCDE que en los próximos cinco años podrían duplicarse las importaciones de alimentos por parte de China, pasando de 42.000 millones de toneladas a 82.000 millones para el 2010. 1.400 millones de chinos e hindúes mejoraron su ingreso y ahora consumen más granos, cereales y proteína animal que antes. En la India pasaron de consumir 103 kilos de arroz por persona al año a 157 y en China el consumo de carne pasó de 37.8 kilos por persona al año a 54.4, aproximadamente.
CHINA: EVOLUCIÓN CONSUMO DE CARNE PER CÁPITA.
Otro aspecto que ha venido incidiendo en esta espiral alcista de los precios de los alimentos tiene que ver con el desorden climático, unas veces por exceso de lluvias y en otras a falta de ellas. En el África del Norte, por ejemplo, la producción de trigo cayó 28% en 2007 con respecto a 2006 a consecuencia de las sequías en Egipto y Marruecos; el maíz y el arroz vieron afectada su oferta por cuenta de las lluvias torrenciales que azotaron al África Oriental y al Asia, que concentraron el 49% de la producción mundial de cereales en 2007, en Australia la sequía afectó seriamente su producción agrícola que cayó un 28.5% entre junio de 2006 y junio de 2007, así mismo la producción agropecuaria de la Unión Europea se resintió por la sequía prolongada en Europa suroriental, la producción de trigo particularmente cayó en un 35% y 45% en Bulgaria y Rumania, respectivamente. El Informe sobre el Desarrollo Humano del PNUD, luego de afirmar que “el cambio climático daña la agricultura de los países en desarrollo”, pronostica que vendrán peores épocas si no se frena esta alocada carrera del hombre hacia su propia destrucción. Y, para rematar, los inventarios, en el caso de los cereales por ejemplo, están en su punto más bajo en los últimos 30 años.
A lo anterior se vienen a añadir las medidas de política tomadas por los distintos países productores de alimentos, las cuales han venido distorsionando los precios. Nos referimos, en primer lugar, a los subsidios y ayudas de las cuales son objeto agricultores y productos del campo para la exportación en los países desarrollados, especialmente en la Unión Europea y en Norteamérica. Son más de US $1.000 millones diarios que van a parar a las faltriqueras de sus agricultores, los cuales les permite a ellos hacer competencia desleal a nivel internacional con sus excedentes agrícolas y pecuarios exportados. Como lo afirma Xavier Montaguty Fabrizio Dogliotti, “las subvenciones de los estados más ricos en agroexportaciones son, hasta cierto punto, la base material de las políticas de dumping” . Ello ha dado al traste con la producción rural doméstica de un sinnúmero de países en desarrollo. Como lo reconoce el propio secretario general de la OCDE, Angel Gurría, “los subsidios a la exportación agrícola contribuyen a dañar la capacidad y la estabilidad social del medio rural en muchos países en desarrollo” . Ello explica el hecho de que entre 1994 y 2004 la producción de alimentos en todos los países en desarrollo cayó en promedio un 10% respecto a la década de los 90, señalada como la década pérdida para el campo colombiano; entre tanto, la importación de alimentos en ese mismo lapso creció un 33%. El caso colombiano es patético: según la FAO, en 1989 producía el 90% de los alimentos de la canasta familiar. Dos décadas después, 44% de fríjoles y más del 90% de maíz que consume es importado, lo mismo que el 57% del arroz. Colombia pasó de importar 700 mil toneladas de alimentos en 1990 a importar en 2002 6´106.564 toneladas y ya para 2007 la cifra se había subido hasta las 8´126.637 toneladas. Se arruinó el campo, se dejaron de sembrar más de 800 mil hectáreas; ello explica en gran medida que Colombia después de Sudán es el segundo país en el mundo en población desplazada. Esos polvos tenían que traer estos lodos; el sector agropecuario que participaba con el 24% en el PIB en 1990, a duras penas alcanza hoy el 11.4% y n cuanto a las exportaciones pasó de representar el 80% en 1970 a sólo el 20% en 2005. La mengua del sector agrícola responde al sesgo de la política macroeconómica, que ha propendido más por la tercerización de la economía que por el desarrollo y consolidación del agro, por la baja estima en la que se le tiene. Estas fueron las secuelas de la apertura comercial atolondrada de los años 90, inspirada en el fatídico Consenso de Washington - el mismo cuyo fracaso ha sido reconocido por sus propios mentores - y agenciado por el ex ministro de Hacienda Rudolf Hommes, quien años después espeta sin ningún reato de conciencia que “lo que no producimos a un costo razonable lo deberíamos dejar importar para que la población colombiana se beneficie de los subsidios de los países ricos” .
Y pensar que todos los países de Latinoamérica están cortados por la misma tijera, pues en todos ellos hizo carrera la cartilla del FMI, dócil instrumento de la doctrina neoliberal. Como bien lo señala Xavier, “la tijera entre la disminución de la producción doméstica y el aumento de los productos agrícolas importados, que se registra en casi todos los países menos desarrollados, no es únicamente el producto de acuerdos comerciales desastrosos impuestos por las economías poderosas. Se trata del resultado combinado de determinadas políticas agrarias, públicas y privadas, del abandono por parte de la administración central de una estrategia de apoyo al sector agrícola” . Y, de contera, los países en desarrollo tropiezan con toda clase de trabas, tanto arancelarias como para-arancelarias, que le impiden el acceso de sus exportaciones de productos agrícolas y pecuarios a los países desarrollados. El reciente fracaso de la negociación en el seno de la Organización Mundial de Comercio (OMC) de Ronda de Doha para el Desarrollo, se debe precisamente a la obstinación y al empecinamiento con la que estos han defendido los subsidios, las ayudas y su política proteccionista a contrapelo de su retórica librecambista . Transcurrieron 8 años desde que se inició dicha negociación, que debió haber concluido en 2004, sin que se lograran remover las barreras impuestas al libre acceso de las exportaciones de los países en desarrollo a los países desarrollados y estos, además, accedieran al recorte primero y al desmonte después de las subvenciones a sus excedentes agrícolas exportables. Muy a su pesar, Pascal Lamy, director general de la OMC, le tuvo que anunciar a un mundo desesperanzado “no me andaré por las ramas. Esta reunión ha fracasado” .
Ahora, para redondear la faena, una serie de países productores de alimentos, en vista de los desarreglos del mercado y temiendo el desabastecimiento de su propio mercado interno, han optado por imponer restricciones de distinta índole a sus exportaciones. El caso más dramático es el de Argentina, cuyo gobierno apeló a los impuestos “flotantes” sobre las exportaciones agrícolas, lo cual desde luego las encarecía, provocando el airado repudio de los empresarios agrícolas. Estos se fueron a la huelga y sostuvieron un duro pulso con la Presidenta Cristina Fernández, que al final ganaron, puesto que no sólo lograron hundir su polémico proyecto de ley que los establecía, sino que lograron su derogatoria. “Ordenamos dejarlos sin efecto para que puedan discutirse en democracia”, dice el sibilino anuncio en conferencia de prensa Alberto Fernández, Jefe de gabinete, al cerrar este capítulo grotesco del zafarrancho gaucho. Otros países se han inclinado por limitar las exportaciones, para evitar la escasez o por razones caprichosas como las del Presidente Correa con respecto a las exportaciones de arroz a Colombia por parte de Ecuador. Todo ello contribuye a la escasez, a la carestía, a la especulación y al acaparamiento de los alimentos, en menoscabo de la seguridad alimentaria. Son más de 40 países exportadores de alimentos los que han intervenido el mercado de los alimentos en este sentido a través de sus autoridades aduaneras y de comercio, imponiendo ya sea cuotas o prohibiciones a las exportaciones. Como afirma Angel Gurría, el mismísimo secretario general de la OCDE, “las restricciones comerciales tienen a menudo efectos indeseables” y en ello no se equivoca. “Un estudio del Ifpri calcula que con sólo eliminarse todos estos obstáculos a la libre circulación de los alimentos, los precios de estos se reducirían automáticamente en un promedio del 30%” .
Ya de por sí el incremento exorbitante de los precios del crudo y sus derivados, al afectar los fletes del transporte y los costos de los insumos agropecuarios, ha venido repercutiendo también en el alza de los precios de los alimentos. A ello se suma la circunstancia de que los fletes también se han visto afectados y de qué manera porque las compañías navieras no cuentan con la disponibilidad de buques suficientes para el transporte de carga y los astilleros reaccionan a la mayor demanda con mucha parsimonia. Por ello escasean las embarcaciones especializadas, de allí que entre 2006 y 2007 los fletes internacionales se triplicaron, estos mayores costos se trasladan a los precios que debe pagar el consumidor final. El caso colombiano es más aberrante todavía, debido a la prima que se le carga a la tarifa por las demoras por congestión en los puertos, dada las limitaciones de estos. Así, el costo de importación de una tonelada de cereales, desde Nueva Orleáns, en Estados Unidos, hasta Buenaventura pasó de US $22.25 por tonelada en enero de 2006 a US $59.88 en 2007, es decir, un incremento del 269%, mientras que para los puertos del Caribe, subió de US $18.17 a US $38.25, algo más del 100%!
A lo anterior se vienen a añadir las medidas de política tomadas por los distintos países productores de alimentos, las cuales han venido distorsionando los precios. Nos referimos, en primer lugar, a los subsidios y ayudas de las cuales son objeto agricultores y productos del campo para la exportación en los países desarrollados, especialmente en la Unión Europea y en Norteamérica. Son más de US $1.000 millones diarios que van a parar a las faltriqueras de sus agricultores, los cuales les permite a ellos hacer competencia desleal a nivel internacional con sus excedentes agrícolas y pecuarios exportados. Como lo afirma Xavier Montaguty Fabrizio Dogliotti, “las subvenciones de los estados más ricos en agroexportaciones son, hasta cierto punto, la base material de las políticas de dumping” . Ello ha dado al traste con la producción rural doméstica de un sinnúmero de países en desarrollo. Como lo reconoce el propio secretario general de la OCDE, Angel Gurría, “los subsidios a la exportación agrícola contribuyen a dañar la capacidad y la estabilidad social del medio rural en muchos países en desarrollo” . Ello explica el hecho de que entre 1994 y 2004 la producción de alimentos en todos los países en desarrollo cayó en promedio un 10% respecto a la década de los 90, señalada como la década pérdida para el campo colombiano; entre tanto, la importación de alimentos en ese mismo lapso creció un 33%. El caso colombiano es patético: según la FAO, en 1989 producía el 90% de los alimentos de la canasta familiar. Dos décadas después, 44% de fríjoles y más del 90% de maíz que consume es importado, lo mismo que el 57% del arroz. Colombia pasó de importar 700 mil toneladas de alimentos en 1990 a importar en 2002 6´106.564 toneladas y ya para 2007 la cifra se había subido hasta las 8´126.637 toneladas. Se arruinó el campo, se dejaron de sembrar más de 800 mil hectáreas; ello explica en gran medida que Colombia después de Sudán es el segundo país en el mundo en población desplazada. Esos polvos tenían que traer estos lodos; el sector agropecuario que participaba con el 24% en el PIB en 1990, a duras penas alcanza hoy el 11.4% y n cuanto a las exportaciones pasó de representar el 80% en 1970 a sólo el 20% en 2005. La mengua del sector agrícola responde al sesgo de la política macroeconómica, que ha propendido más por la tercerización de la economía que por el desarrollo y consolidación del agro, por la baja estima en la que se le tiene. Estas fueron las secuelas de la apertura comercial atolondrada de los años 90, inspirada en el fatídico Consenso de Washington - el mismo cuyo fracaso ha sido reconocido por sus propios mentores - y agenciado por el ex ministro de Hacienda Rudolf Hommes, quien años después espeta sin ningún reato de conciencia que “lo que no producimos a un costo razonable lo deberíamos dejar importar para que la población colombiana se beneficie de los subsidios de los países ricos” .
Y pensar que todos los países de Latinoamérica están cortados por la misma tijera, pues en todos ellos hizo carrera la cartilla del FMI, dócil instrumento de la doctrina neoliberal. Como bien lo señala Xavier, “la tijera entre la disminución de la producción doméstica y el aumento de los productos agrícolas importados, que se registra en casi todos los países menos desarrollados, no es únicamente el producto de acuerdos comerciales desastrosos impuestos por las economías poderosas. Se trata del resultado combinado de determinadas políticas agrarias, públicas y privadas, del abandono por parte de la administración central de una estrategia de apoyo al sector agrícola” . Y, de contera, los países en desarrollo tropiezan con toda clase de trabas, tanto arancelarias como para-arancelarias, que le impiden el acceso de sus exportaciones de productos agrícolas y pecuarios a los países desarrollados. El reciente fracaso de la negociación en el seno de la Organización Mundial de Comercio (OMC) de Ronda de Doha para el Desarrollo, se debe precisamente a la obstinación y al empecinamiento con la que estos han defendido los subsidios, las ayudas y su política proteccionista a contrapelo de su retórica librecambista . Transcurrieron 8 años desde que se inició dicha negociación, que debió haber concluido en 2004, sin que se lograran remover las barreras impuestas al libre acceso de las exportaciones de los países en desarrollo a los países desarrollados y estos, además, accedieran al recorte primero y al desmonte después de las subvenciones a sus excedentes agrícolas exportables. Muy a su pesar, Pascal Lamy, director general de la OMC, le tuvo que anunciar a un mundo desesperanzado “no me andaré por las ramas. Esta reunión ha fracasado” .
Ahora, para redondear la faena, una serie de países productores de alimentos, en vista de los desarreglos del mercado y temiendo el desabastecimiento de su propio mercado interno, han optado por imponer restricciones de distinta índole a sus exportaciones. El caso más dramático es el de Argentina, cuyo gobierno apeló a los impuestos “flotantes” sobre las exportaciones agrícolas, lo cual desde luego las encarecía, provocando el airado repudio de los empresarios agrícolas. Estos se fueron a la huelga y sostuvieron un duro pulso con la Presidenta Cristina Fernández, que al final ganaron, puesto que no sólo lograron hundir su polémico proyecto de ley que los establecía, sino que lograron su derogatoria. “Ordenamos dejarlos sin efecto para que puedan discutirse en democracia”, dice el sibilino anuncio en conferencia de prensa Alberto Fernández, Jefe de gabinete, al cerrar este capítulo grotesco del zafarrancho gaucho. Otros países se han inclinado por limitar las exportaciones, para evitar la escasez o por razones caprichosas como las del Presidente Correa con respecto a las exportaciones de arroz a Colombia por parte de Ecuador. Todo ello contribuye a la escasez, a la carestía, a la especulación y al acaparamiento de los alimentos, en menoscabo de la seguridad alimentaria. Son más de 40 países exportadores de alimentos los que han intervenido el mercado de los alimentos en este sentido a través de sus autoridades aduaneras y de comercio, imponiendo ya sea cuotas o prohibiciones a las exportaciones. Como afirma Angel Gurría, el mismísimo secretario general de la OCDE, “las restricciones comerciales tienen a menudo efectos indeseables” y en ello no se equivoca. “Un estudio del Ifpri calcula que con sólo eliminarse todos estos obstáculos a la libre circulación de los alimentos, los precios de estos se reducirían automáticamente en un promedio del 30%” .
Ya de por sí el incremento exorbitante de los precios del crudo y sus derivados, al afectar los fletes del transporte y los costos de los insumos agropecuarios, ha venido repercutiendo también en el alza de los precios de los alimentos. A ello se suma la circunstancia de que los fletes también se han visto afectados y de qué manera porque las compañías navieras no cuentan con la disponibilidad de buques suficientes para el transporte de carga y los astilleros reaccionan a la mayor demanda con mucha parsimonia. Por ello escasean las embarcaciones especializadas, de allí que entre 2006 y 2007 los fletes internacionales se triplicaron, estos mayores costos se trasladan a los precios que debe pagar el consumidor final. El caso colombiano es más aberrante todavía, debido a la prima que se le carga a la tarifa por las demoras por congestión en los puertos, dada las limitaciones de estos. Así, el costo de importación de una tonelada de cereales, desde Nueva Orleáns, en Estados Unidos, hasta Buenaventura pasó de US $22.25 por tonelada en enero de 2006 a US $59.88 en 2007, es decir, un incremento del 269%, mientras que para los puertos del Caribe, subió de US $18.17 a US $38.25, algo más del 100%!
LA DESTORCIDA DE LOS PRECIOS.
A estas alturas del análisis, creo que vale la pena volver sobre los antecedentes históricos de la actual crisis alimentaria, a la que no se ha arribado por generación espontánea, ella se venía incubando desde hace un largo rato. Antes de que se hablara de globalización, se hablaba del Centro y de la Periferia, del Norte y del Sur, para referirse a la relación de dependencia de unos países, en desarrollo, respecto a otros, desarrollados y al contraste entre el atraso secular y la exclusión social en los primeros frente al progreso y al bienestar social de los segundos. En muy buena medida ello respondía a un Modelo económico que regía las relaciones entre unos y otros. Nos referimos a la teoría económica clásica de Adam Smith y David Ricardo, que pregonaba el laissez faire y laissez passer. Supuestamente todo había que dejarlo a merced de la mano invisible, de las leyes de oferta y demanda del mercado. De este modo, terminó imponiéndose la teoría de las ventajas comparativas y la división internacional del trabajo. Esta última derivó en la especialización de los países desarrollados en la producción de equipos, maquinarias y manufacturas y los subdesarrollados en la de productos primarios y materias primas. Por luengos años se perpetuó este orden de cosas, que nos condujo a un intercambio desigual, como lo caracterizara el economista egipcio Samir Amín, resultado de lo que Eduardo Galeano en su célebre texto Las venas abiertas de América Latina identificó como el deterioro de los términos de intercambio. Así, mientras los equipos y las maquinarias que producían los países desarrollados aumentaban de precio de manera constante, los productos primarios estaban condenados a mantener sus precios deprimidos y esta situación se prolonga hasta el sol de hoy. El caso del café resulta muy ilustrativoal respecto; un saco de 60 kilogramos que llegó a valer US $310 en 1977, hoy en plena bonanza de precios se transa en el mercado por US $132.27!
Pero, como toda acción despierta una reacción, eso fue lo que pasó en Latinoamérica, cuando el espíritu visionario del economista argentino Raúl Prebish lo llevó a plantear un nuevo Modelo de desarrollo, el cual fue acogido por la Comisión Económica Para América Latina (CEPAL), el cual se conoce desde entonces como el Modelo Cepalino, expresión esta que acostumbran a utilizar de manera peyorativa los talibanes del neoliberalismo. Gracias a este Modelo alternativo pudo América Latina despegar en su todavía escaso desarrollo industrial y avanzar en su proceso de integración regional. Pero la dicha es como la rosa: luce hoy y muere mañana. Pues bien, desde la década de los 80 se hizo pasar por novedosa la vieja teoría económica clásica y so pretexto del fenómeno de la globalización de la economía, se empezó a pregonar el libre comercio y a criticar el proteccionismo por parte de los países desarrollados, mientras ellos mismos lo practicaron y lo practican a diario. Ellos predican, pero no aplican. Sino, veamos a manera de ilustración lo que nos dice Eduardo Galeano: “El mercado común cobra altos impuestos de importación para defender los altos precios internos de sus productos agrícolas y a la vez subsidia esos productos agrícolas para poder exportarlos a precios competitivos: con lo que obtiene por los impuestos financia los subsidios. Así, los países pobres pagan a sus compradores ricos para que les hagan competencia…La región continúa estrangulándose en el intercambio de sus productos por productos de las economías centrales” . A través de las llamadas en el argot fondomonetarista reformas estructurales desguarnecieron a la producción nacional, especialmente la agrícola. Ya a finales del siglo XIX Rafael Nuñez, el regenerador, describía magistralmente esta absurda sumisión a los dictados de los dómines de la economía. Decía él que "El Gobierno inglés es un Gobierno sabio y generalmente justo; pero, también es de los que creen que la justicia comienza por favorecer los intereses legítimos propios. A ese Gobierno le conviene predicar el libre cambio, por que, en primer lugar, necesita importar unos $800 millones en artículos alimenticios y $600 millones en materias primas, al menor costo posible y, en segundo lugar, tiene una enorme producción fabril. Liberaliza, por decirlo así, su sistema aduanero, no para favorecer la industria extranjera, sino para obtener, sin sacrificio real, compensaciones protectoras de la suya propia. Diremos también que esa enorme y superior producción fabril no se formó sino a la sombra de una protección secular, y no sosteniendo, cuando era imperfecto y débil, una lucha o competencia la habría ahogado en su cuna seguramente".
Así hemos arribado a lo que se conoce como globalización, en la cual hay ganadores y perdedores, porque hay países globalizadores, que son los que le sacan ventaja y países globalizados que son los que la padecen. Con la tal globalización no tenemos un mundo más justo que antes; por el contrario se han acentuado las desigualdades y la pobreza. El panorama no puede ser más desolador: el 1% más rico del planeta recibe tanto como el 57% de los pobres; más de 1.000 millones de personas sobreviven con menos de un dólar al día; 826 millones de seres sufren de malnutrición, entre tanto 1.000 millones sufren los estragos de la obesidad. Esos son los contrastes de un mundo regido por las reglas de la globalización, que son inicuas e inequitativas. No es extraño, entonces, que cuando se presentan situaciones como la actual, de altos precios de los alimentos, ello se convierta en una verdadera tragedia humanitaria para los más desvalidos, quienes están en el umbral de la miseria y la desolación. También influye en la suerte de estos el orden de prioridad a la hora de asignar los recursos de la sociedad. En este sentido, no puede ser más irónico que ante la hambruna ostensible en amplias regiones del mundo, que se ha exacerbado con la inflación de precios de los alimentos, en la reunión de emergencia que convocó recientemente la FAO en Roma, las grandes potencias acordaron sólo US $8.500 millones para socorrer a quienes sucumben en la inanición, menos de lo que gasta los EEUU en la guerra de Irak en un solo día. A propósito, el año anterior se gastó en armas en el mundo la escalofriante suma de US $1.339 billones, 180 veces más (¡!), en un solo año. Con toda razón afirma el Nobel de economía Joseph Stiglitz que él cree “que la globalización puede ser una fuerza benéfica y su potencial es el enriquecimiento de todos, particularmente de los pobres, pero también creo que para que esto suceda es necesario replantearse profundamente el modo en el que la globalización ha sido gestionada”.
LA ESPECULACIÓN HACE SU AGOSTO.
Como a los ojos del sastre todo es aguja, para Soros, agente por excelencia del capital financiero, la globalización “es igual al libre movimiento de capitales y al aumento del dominio por parte de los mercados financieros y las corporaciones multinacionales de las economías nacionales” . Y no le falta razón, pues de cada US $10 de los US $6.000 millones que según el FMI circulan diariamente por las arterias de la economía global sólo US $2 corresponden a capital industrial o productivo. Es más, mientras el comercio de bienes y servicios mueve anualmente entre 2.5 y 3 trillones de eurodólares, el capital financiero transa 75 trillones, es decir 25 veces el valor del comercio mundial sin ningún respaldo productivo. El primero en ocuparse del predominio del capital financiero sobre el capital industrial desde sus orígenes fue Rudolf Hilferding y lo definió como tal en su obra El capital financiero en 1910. En otras palabras, se invirtieron los papeles; si antes el capital financiero estaba al servicio del capital industrial, ahora este está subordinado a aquel, son otros tiempos. El capital financiero y el capital especulativo son una y la misma cosa, es ese que juega a la bolsa, que migra de un lugar a otro sin dejar rastro, respondiendo siempre a las señales del mercado, se le conoce como capital golondrina y se registra eufemísticamente como inversión de corto plazo, para diferenciarla de la inversión directa. Su preeminencia es cada vez mayor; el mercado en el que se mueve es más virtual que real y tiende a crear activamente la realidad que refleja, caracterizándose por su gran volatilidad, circunstancia esta que viene a constituirse en una fuente generadora de inestabilidad, convirtiendo la economía en un gran casino, que tiene la particularidad de que quienes están dentro del mismo juegan por cuenta de quienes están afuera. Como lo afirma Stiglitz, “…éste dinero especulativo no puede utilizarse para construir fábricas o crear empleos —las empresas no acometen inversiones a largo plazo con unos fondos que pueden ser retirados en un abrir y cerrar de ojos— y en realidad el riesgo que dicho dinero caliente implica hace que resulte menos atractivo realizar inversiones a largo plazo en un país subdesarrollado”. Una de las características esenciales que define el carácter del capitalismo contemporáneo es precisamente la tendencia a la “financiarización” de la actividad económica o en la generalización del movimiento especulativo del capital financiero. Nada ni nadie escapan a su control e influencia, para bien o para mal. En este orden de ideas, primero fue la banca y luego sería la bolsa los medios más expeditos para la operación de los grupos financieros, que luego le daría vida a la banca de inversión y los fondos, muchos de estos institucionales, a través de los cuales se canalizarían sus transacciones. La entrada en escena del capital financiero le imprimiría a estas una gran volatilidad, producto de las ya mencionadas expectativas racionales. Desde entonces, la economía tiene mucho de psicología. Así nacieron los mercados de futuros, que no son otra cosa que plazas donde se negocian contratos de futuro o a término, a modo de acuerdos para comprar o vender un activo en diferido a un precio previamente estipulado. En un primer momento, oferentes (principalmente agricultores) y demandantes de un producto (casi siempre comerciantes) buscaban por este medio cubrirse contra los riesgos que entrañaba la estacionalidad de los precios. El único ausente en este escenario es el resignado consumidor, sujeto pasivo de los vaivenes y altibajos propios de los mercados de futuros. Estos se han convertido en un negocio muy lucrativo; algunos fondos con inversiones en estos mercados, por ejemplo, ofrecieron a sus clientes en 2007 ganancias hasta del 30% anual. El creciente número de transacciones efectuadas van dando lugar a una nueva “burbuja” especulativa retroalimentada por unos volúmenes cada vez mayores de capital de riesgo en juego. Como ya quedó dicho, estos capitales migran de un lado a otro en función de la liquidez, el rendimiento y el riesgo que ofrezcan sus colocaciones. Los corredores, que son sus agentes, toman posiciones ya sea en divisas, en bonos soberanos o, por qué no en materias primas, que es lo que ha venido primando últimamente. Al debilitarse el dólar y al caer la cotización de las acciones, lo mismo que el rendimiento de los bonos del Tesoro de los EEUU, concomitantemente con la crisis del mercado hipotecario, los fondos salieron en desbandada y se fueron a refugiar en los mercados de futuro de materias primas. Primero fue el petróleo y luego los alimentos los mercados de futuro a los que han venido apostando los fondos de inversión. Desde que los alimentos dejaron de ser bienes fungibles para nutrir a las personas, para convertirse en commodities fue su perdición; objetos del deseo de los especuladores quedaron sometidos también a las reglas de los mercados de futuro, con todas sus consecuencias. Ello significa, palabras más palabras menos, que ahora son los operadores de estos mercados los que mandan la parada y son quienes en últimas determinan los precios. Como lo afirma Grain, una organización no gubernamental que promueve el manejo y uso sustentable de la biodiversidad agrícola, “hemos permitido que los alimentos pasen de ser algo que da de comer a la gente y le garantiza su sustento vital a ser una mercancía expuesta a la especulación y al juego del mercado…La cantidad de dinero especulativo invertido en los mercados de futuros era menor de 5.000 millones de dólares en el año 2.000. El año pasado trepó hasta cerca de 175.000 millones de dólares”. Los verdaderos actores del sector agrícola pasaron a un segundo plano frente a los grandes capitales dedicados a especular y participan directamente solamente en el 30% de las transacciones que se cierran en las grandes bolsas de granos, cuando hace apenas 10 años participaban en el 70%, lo demás es liza y llanamente costosa especulación. Como afirma un corredor de Bolsa de granos de Kansas, Estados Unidos, “El negocio de las materias primas , en esta y en las otras bolsas de granos de los Estados Unidos y del mundo, se mueve en función de las utilidades, lo que se logra con la fluctuación de precios…En suma, la alta demanda por ciertos productos y la escasez, que son hechos reales, han animado la especulación, que termina multiplicando las alzas de los precios” . De acuerdo con la firma Lechman Brothers, entre enero de 2006 y mediados de abril de 2008, los inversionistas destinaron más de US $90.000 millones a fondos especializados en commodities. Igual que ha ocurrido con los precios del petróleo, también los precios de los alimentos se han visto insuflados por la especulación, aquí se repite la historia. Así, mientras la histeria se apodera de las muchedumbres hambrientas, presas del pánico por que los precios de los alimentos están por las nubes propulsados por la especulación, los analistas permanecen atentos a los registros de las cotizaciones en las frenéticas bolsas de granos de Kansas, Chicago - que ya está tocando a las puertas de Colombia - y Minneapolis, para sólo mencionar las de los Estados Unidos. Los dos eslabones más débiles de esta infame cadena, que son los agricultores y los consumidores quedan aprisionados entre las grandes cadenas comerciales y de los corredores de Bolsa, los cuales se encargan de elevar los precios por encima de la realidad del mercado. Entre el origen y el destino final de un producto del agro este experimenta márgenes hasta del 483%.
FALSA DISYUNTIVA.
Hay quienes equivocan el blanco de ataque a la hora de cuestionar el encarecimiento del precio de los alimentos y caen en la trampa de irse por la tangente, responsabilizando a los biocombustibles por semejante calamidad. Se ha llegado a calificar la producción de biocombustibles, como lo hizo nada menos el Relator Especial de la ONU para la Comida, Jean Ziegler, de “crimen contra la humanidad” porque, según él, la causa del alza de precios de los alimentos es la escasez de los mismos y esta a su vez obedece a la desviación de muchos de los alimentos, en especial granos y oleaginosas, para servir de materia prima para producir biocombustibles. Por ello, pidió la moratoria indefinida de su uso. Por su parte el director del FMI, Dominique Strauss – Kahn, afirmó que “producir biocombustibles a partir de alimentos plantea un verdadero problema moral, en momentos en que los países pobres se enfrentan a una grave crisis alimentaria” e instó a la comunidad internacional a aplicar una “moratoria total” sobre los biocarburantes.
La verdad sea dicha, nada justifica que los Estados Unidos persista en la producción de etanol a partir del maíz, después de haberse comprobado que el balance energético del proceso es negativo y que el análisis del ciclo de vida del mismo tampoco lo aconseja. Sólo los subsidios, tanto al productor del maíz como al productor del etanol, amén de la protección de su mercado doméstico con altos aranceles lo hace viable como negocio de los particulares que participan de esta cadena productiva altamente ineficiente. Sólo se explica tal decisión por la obsesión de Bush, como dijo él, de “romper esta adicción” al petróleo, máxime cuando este “suele ser importado de partes inestables” , aludiendo al Medio Oriente y a Venezuela, dado que EEUU importa el 60% del crudo que consume y se estima que para el 2010 se habrá elevado al 70%. Él lo ha asumido como un problema de seguridad nacional, estas son sus palabras: “prefiero que quienes cultivan maíz produzcan energía, a depender de algún país extranjero al que quizá no le agrademos. Ese es mi punto de vista” . En esta misma dirección va la Ley de Independencia y Seguridad Energética, promulgada en 2007. Cuando la FAO denuncia que “el volumen de maíz consumido actualmente por los vehículos en EEUU cubriría las necesidades de importación de 82 países en los que falta la comida”, está en lo cierto. Y es cierto lo que afirma Stiglitz, en el sentido que “los subsidios al etanol extraído del maiz han contribuído más a engrosar las arcas de los productores que a reducir el calentamiento global”. Esto debe replantearse. Con todo y ello, lo cierto es que la producción de etanol a partir del maíz no ha tenido mayor incidencia en la disponibilidad del producto, ya sea como alimento o como insumo de la industria de concentrados. A pesar de que, por razones climáticas, la producción de maíz se redujo un 5.2%, la oferta de maíz para consumo humano se incrementó en un 17% y ello sólo fue posible recurriendo a los inventarios, que por este motivo se redujeron un 33%. Y las exportaciones de maíz sólo bajaron en un 0.4%. Lo de la algarabía que se armó contra los biocombustibles, a propósito de las protestas en México por el alza desmedida de los precios de las tortillas nada tenían que ver con la utilización del maíz para producirlos, ya que la variedad empleada es la del maíz amarillo y no el maíz blanco, que es con el que se hacen las tortillas. Entre uno y otro evento, entonces, se da lo que denominamos los economistas una correlación espúrea. Para demostrar que existe una correlación entre dos fenómenos no basta con establecer que uno y otro tiende a producirse simultáneamente y este el caso, en el cual se suele sugerir una relación de causalidad entrambos. .
En todo caso, los EEUU están comprometidos en un ambicioso proyecto de expansión de la producción de biocombustibles y aspiran que para el 2022 se esté en capacidad de proporcionar por lo menos 36.000 millones de galones de combustible renovable. De hecho, la producción de etanol se ha cuadriplicado en sólo siete años, al pasar de 1.600 millones de galones en 2000 a poco más de 6.400 millones de galones en 2007. Otro tanto ha ocurrido con el biodiesel, del cual se produjeron en 2007 450 millones de galones, para un incremento del 80% con relación al 2006. Por fortuna, también le están apostando fuertemente a los biocombustibles de segunda generación; hasta ahora el Departamento de Energía de los EEUU le ha invertido casi US $1.000 millones a desarrollar la tecnología para obtener el etanol celulósico, para que este sea competitivo. Y están cerca de lograrlo, de hecho los costos del proceso ya se han reducido más del 60%. Como lo afirmó Bush recientemente “nuevas tecnologías están por llegar. La labor del gobierno federal es acelerar su llegada” . Se aspira a que para el año 2022, 21.000 millones de los 36.000 millones de biocombustibles que se produzcan procedan de procesos celulósicos a partir de residuos vegetales. Brasil no se ha quedado atrás y ha programado experimentar a partir de 2010 la producción de etanol celulósico, a partir del bagazo de la caña de azúcar, de tal manera que pueda duplicar la producción de biocombustibles sin necesidad de aumentar el área plantada de cañaduzales. El Ministerio de Ciencia y Tecnología de Brasil destinó US $43 millones para levantar el Centro de Ciencia y Tecnología del Bioetanol (CTBE), el cual se espera entre a operar en junio del año entrante. De esta manera se optimizará el aprovechamiento de la caña de azúcar, de la cual se extrae hoy en día sólo un tercio del jugo, porque los otros dos tercios están exactamente en el follaje y en el bagazo de la planta. En la Unión Europea y en Canadá ya están operando las primeras plantas productoras de etanol celulósico, aunque todavía en pequeña escala. Es un hecho, las investigaciones siguen y están avanzando raudamente, es el caso también de la producción de biodiesel a partir de las microalgas, que además poseen una gran capacidad de capturar CO2, para no mencionar los desarrollos que se han venido dando en la tecnología para producirlo utilizando los aceites de frituras o residuales. Como lo reporta Luis Cabra, director corporativo de Tecnología e Ingeniería de Repsol YPF y presidente de la Plataforma Tecnológica Europea de Biocarburantes, "Entre las muchas direcciones en las que se trabaja, está la de atender a las características de cada mercado. Por ejemplo, en el norte de Europa, habrá un desarrollo viable y sostenible en torno al aprovechamiento de los residuos forestales y de las fábricas de pasta de papel. En el Sur de Europa habrá que pensar en aprovechamientos o plantaciones que no supongan una alta demanda de agua. Es decir, adaptarse a la geografía y la climatología para producir de forma sostenible".
LOS BIOCOMBUSTIBLES NO SON EL PROBLEMA.
Es claro que los biocombustibles no han sido factor determinante de las alzas de precios de los alimentos, ni han sido su detonante. De acuerdo con un estudio de New Energy Finance de Londres, dirigido por el experto Michael Liebreich, el impacto de los biocombustibles sobre los precios de los alimentos es marginal y no pasa del 8.1% del aumento en los precios internacionales de los granos desde 2004, mucho menos que el impacto de la mayor demanda, el alza de precio del crudo y de sus derivados y la baja del dólar. Según el mismo estudio, “el petróleo, la depreciación del dólar y factores de oferta tales como la sequía y el insuficiente rendimiento económico de las cosechas contribuyeron más al aumento del 168% en los costos globales del grano desde el 2004... “Si todos los otros factores se hubieran mantenido a nivel constante, el petróleo hubiera hecho subir los precios un 35%, más de cuatro veces el aumento provocado por los biocombustibles”. Y concluye que “si todos los otros factores se hubieran mantenido a nivel constante, el petróleo hubiera hecho subir los precios un 32,5%, más de cuatro veces el aumento provocado por los biocombustibles…Los biocombustibles están impulsando la inflación por los precios de los alimentos, particularmente en ciertas cosechas y áreas geográficas, pero no es algo tan significativo como otros factores”. Es apenas lógico, como lo sostiene la FAO que "la intensidad de los efectos negativos o positivos (de la bioenergía) dependerá de la escala y de la velocidad de los cambios, el sistema productivo utilizado y de la estructura de los mercados".
Se aduce por parte de algunos críticos de los biocombustibles, que los cultivos de la materia prima para producirlos entran a competir con aquellos que proveen los alimentos, desplazándolos o pueden dar pié a la deforestación de bosques y zonas protegidas como efecto colateral de la ampliación de la frontera agrícola. Pero, tal planteamiento no consulta la realidad, la cual muestra que sólo 14 millones de hectáreas, el 1% del área cultivable del mundo, está dedicada a producir insumos para biocombustibles y, según la FAO, en el mediano plazo podrá llegarse a ocupar a lo sumo entre el 3% y el 4%. El caso colombiano es muy ilustrativo, actualmente se están dedicando a producir biocombustibles 114.828 hectáreas, 2.4% del área cultivada y 0.4% del área cultivable. Brasil, pionero en la industria del etanol, como lo fue Alemania en la del biodiesel, apenas destina 3.6% de sus tierras arables a la producción de caña de azúcar para abastecer sus plantas productoras de etanol. Cuenta con una superficie cultivable, actualmente ociosa, de 90 millones de hectáreas, sin afectar reservas protegidas ni selvas tropicales como las de la Amazonía. El área cultivada con caña de azúcar creció un 13% en 2007, a este ritmo el área sembrada llegaría en 2025 a las 35 millones de hectáreas, las cuales, según concepto de Luis Cortez, profesor de la Facultad de Ingeniería Agrícola de la Unicamp, “Esa superficie corresponde a un séptimo de lo que tenemos en áreas de pastoreo y serviría para producir 205.000 millones de litros de etanol por año, suficiente para sustituir el 10% del consumo de gasolina mundial” . Aclara él que con la tecnología actual para producir ese mismo volumen de etanol se precisaría de 50 millones de hectáreas y aún así “sobrarían 40 millones de hectáreas para otros cultivos” .
USOS DE LA TIERRA EN COLOMBIA.
Es evidente que cuando se imponga la tecnología de segunda y tercera generación para producir biocombustibles, este efecto será aún más despreciable. Es más, cuando se ataca indiscriminadamente a los biocombustibles se incurre en otro error garrafal y es que quienes lo hacen se remiten única y exclusivamente a aquellos que corresponden a los de primera generación, en momentos en los que ya se pueden mostrar avances muy importantes en relación a los de la segunda generación. Y estos sí que dejan sin argumentos a sus detractores. La diferencia fundamental entre los biocombustibles de primera generación y los de la segunda estriba en que estos últimos se derivan de procesos tecnológicos más complejos y avanzados a partir de materias primas que no compiten con la alimentación y que se pueden obtener en terrenos no aptos para la agricultura tradicional o marginales. De este modo, el conflicto de uso planteado respecto a materias primas que pueden ir a satisfacer la demanda por alimentos o por biocombustibles quedaría prácticamente zanjada.
HACIA LA RECONFIGURACIÓN DEL AGRO.
Como dijo Lula da Silva, “los biocombustibles no son el villano que amenaza la seguridad alimentaria de los países pobres” , ni mucho menos; por el contrario, como él mismo lo sostiene, basado en la experiencia de su país “son una herramienta para su desarrollo económico” . Desde luego hay que compatibilizar la producción de los biocombustibles con la producción de alimentos, que el uno no se de a expensas del otro. Como bien lo dijo el Secretario General de la ONU, Ban Ki Moon, a propósito de la estigmatización de que han sido objeto los biocombustibles, en la Cumbre de Roma: “se ha hablado del impacto de los biocombustibles en el curso de la Cumbre, pero no se puede decir que tengamos una evaluación de su impacto. Debemos establecer un consenso para que en materia de biocarburantes se tenga en cuenta la seguridad alimentaria y las exigencias energéticas” . Y ello está muy bien; es más, no sólo no son antagónicos, sino que la producción de biomasa para abastecer las plantas productoras de biocombustibles puede convertirse en un jalonador de la producción de alimentos en muchas regiones del mundo, como de hecho ha venido ocurriendo en Brasil, sí Brasil (¡!), considerado uno de los graneros más importantes y mejor surtido del mundo. Los desarrollos de la ciencia y la biotecnología, concomitantes con los avances vertiginosos de la investigación en materia de biocombustibles, pueden coadyuvar en el propósito de mejorar la producción y la productividad en el renglón alimentario. Muchos de los cultivos agroenergéticos requieren para su mejor desempeño, rendimiento y sustentabilidad de la rotación con otro tipo de cultivos de pan coger, es el caso de la remolacha alcoholera. Un viejo adagio nos enseña que problema mal planteado es un problema sin solución y ello es lo que ha ocurrido con la controversia en torno a la supuesta contraposición de biocombustibles y alimentos, en el que entre otras cosas ha habido más calor que luz en el curso del debate que se ha suscitado.
El desarrollo de los biocombustibles puede llegar a constituirse en el eje de un proceso de reconfiguración del sector agrícola, muy especialmente en los países en desarrollo, basado en la agroenergía . Este puede ser la base para sustentar todo un desarrollo agroindustrial, que bien puede inducir un poderoso desarrollo endógeno sustentable, generador de empleo e ingresos en América Latina. Como lo afirmó recientemente el director de la FAO para América Latina, José Graciano da Silva, “la abundancia de tierras, el clima, la disponibilidad de mano de obra y la cooperación creciente entre gobiernos está en buen pié para desarrollar con énfasis una política bioenergética…La explosión de costos en la matriz de energía, si bien por un lado genera tensión en diferentes cadenas productivas, inyecta simultáneamente un soplo de competitividad en las fuentes de combustibles renovables” . Pero, para dar este paso es necesario concebir un nuevo modelo, un modelo propio y ajustado a la realidad de los países en desarrollo, en el que la agricultura entre a jugar un rol de la mayor importancia; ya hasta el FMI y el Banco Mundial están replanteándose su fracasado modelo y tienden a darle la importancia que hasta ahora no se le ha dado al sector agrícola como base del crecimiento y el desarrollo de los países en desarrollo. Ha sido tanto el descuido y el desdén con el campo, que pasaron 15 años desde que se produjera el último Informe sobre el Estado de la agricultura por parte de las Naciones Unidas y hubo que esperar hasta el 2007 cuando se retomó el tema. Ahora ven las inversiones en agricultura como una estrategia prometedora. “Cada vez más economistas del Banco Mundial están ahora convencidos de que la mayoría de los países pobres necesita tener un sector agrícola saludable como base para una economía robusta. En el estudio Down To Herat (algo como con los pies en la tierra) del Banco Mundial, los economistas Luc Christiaensen y Lionel Demery concluyeron que el crecimiento económico del sector agrícola es por lo menos dos veces más efectivo en la reducción de la pobreza que cualquier otro sector” . Como lo dice David Sandalow, experto en energía de la Institución Brookines, “si las cosas se hacen bien, esta tendencia será muy provechosa para el medio natural, para la gente y para muchas economías” .
Los hechos son tozudos y terminan por imponerse, “los países pobres no tenían incentivos ni siquiera para producir gran parte de los alimentos más básicos, como el arroz o el trigo…En su lugar, los animaban a concentrarse en cultivos para la exportar, que tienen el potencial de alcanzar precios altos. Hoy, con el agotamiento de las reservas mundiales de granos, el apetito cada vez más insaciable de China e India por alimentos y un alza en los precios, muchos países pobres les están dando la espalda a esas antiguas teorías y empiezan a implementar programas gubernamentales diseñados para apoyar a los agricultores locales. Eso incluye subsidios en efectivo a consumidores pobres, nuevos esfuerzos por mejorar la variedad local de semillas y la distribución de fertilizantes y semillas” . Varias pruebas al canto: lo que está haciendo Costa Rica, país este que expidió un ambicioso Plan Nacional de Alimentos, el cual está orientado a impulsar la agricultura de subsistencia. En el mismo se prevé un aumento sensible en la producción de arroz, maíz y frijoles, teniendo por meta alcanzar la autosuficiencia en estos alimentos básicos. En México, el Presidente Felipe Calderón se puso al frente de un programa agresivo de ayudas a los pequeños agricultores; con tal fin abolió los aranceles sobre la importación de agroquímicos e insumos para la fabricación local de fertilizantes. Adicionalmente, dispuso de fondos de emergencia para extender los regadíos a una superficie que supera las 21.500 hectáreas, con énfasis en la economía campesina. En Haití, luego de los disturbios que cobraron la cabeza del primer ministro Jacques – Edouard Alexis, se anunció por parte del gobierno subsidiar los fertilizantes, dado sus altos precios, para los cultivos de arroz, para detener la caída de producción doméstica del mismo. Por su parte, los gobiernos de Salvador y Etiopía, entre otros, están distribuyendo semillas mejoradas a los agricultores, medida esta tendiente a mejorar la productividad de los cultivos, en especial del maíz. Mientras tanto en África, los gobiernos están haciendo cuanto pueden para asignar por lo menos el 10% de sus presupuestos al fomento y apoyo al sector agrícola. Vivir para ver!
Hay la necesidad perentoria de cambiar de paradigma, por otro en el que el Estado intervenga para que el mercado funcione apropiadamente, porque ya vemos los desastrosos resultados de haberlo dejado a la topa tolondra, a merced de la mano invisible. Si se interviene el mercado financiero, aquí, allá y acullá, para salvar los grandes emporios, por qué no intervenir para conjurar una tragedia humanitaria como lo es la pobreza, la inequidad y la exclusión social en la que se debaten más de 2.000 millones de personas. Y ello ocurre porque el mercado responde al dinero y no a las necesidades, además, como lo sostiene Castells, “el modelo neoliberal ha puesto el interés privado por encima del general, ha acentuado la desigualdad y provocado más pobreza”. En este punto, recobra gran importancia la exhortación que hiciera Stiglitz sobre el imperativo de “replantearse profundamente el modo en el que la globalización ha sido gestionada”. La agricultura debe dejar de verse como algo funcional respecto a los demás sectores de la economía, para empezar a ser visto como una opción de vida. Como lo ha reiterado la FAO “la biodiversidad es la clave para enfrentar la crisis alimentaria actual… la mayor parte de alimentos del mundo proceden de doce cultivos, de los cuales tres cuartas partes de variedades genéticas se han perdido, y catorce especies animales; mientras que de las siete mil registradas en sus bases de datos, cientos de ellas están en peligro de extinción”. Entonces, siguiendo el sabio consejo de Peter Drucker, hay la necesidad de pasar de hacer las cosas correctamente a hacer las cosas correctas. “Los gobiernos deberían relanzar la investigación agrícola, y subvencionar a los pequeños agricultores para que aumenten la productividad de su tierra”, aconseja Duncan Macintosh, del Instituto Internacional para la Investigación del Arroz (IRRI). “Es mucho más fácil pasar de dos a cuatro toneladas por hectárea en África, que de ocho a diez en Europa”. Además, esta vía ayudaría también a los más necesitados. El Secreto del éxito de Brasil está en el gran apoyo sistemático que le ha dado a la ciencia y a la tecnología, es el único país en el Subcontinente que cumple con la recomendación de la ONU de dedicar al menos el 1% del PIB a esos menesteres. Este es un ejemplo digno de imitar. Finalmente, digamos como Victor Hugo que “el futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable; para los temerosos lo desconocido y para los valientes es la oportunidad”. Atrevámonos!
Bogotá, julio 31 de 2008.
Fuente: Amylkar Acosta Medina.
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