20 de Mayo de 2011.
Por: Kevin Bullis.
Traducido por Francisco Reyes.Un nuevo estudio alimenta el debate sobre el impacto de los cultivos para combustibles.
Las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de los biocombustibles, como el etanol y el biodiesel, podrían ser menores de lo que muchos investigadores han estimado, según un nuevo estudio. Los hallazgos podrían alimentar aún más el debate sobre si los biocombustibles en realidad reducen las emisiones de gases de efecto invernadero en comparación con la gasolina, y en caso afirmativo, en qué medida.
Agricultura de combustible: Los expertos están analizando cómo la política de biocombustibles cambia el uso de la tierra, lo que podría determinar si los biocombustibles hechos de maíz y otras fuentes aumentan o disminuyen las emisiones de gases de efecto invernadero. Fuente: Bruce Fitz, Getty Images |
Algunos estudios recientes han sugerido que los efectos indirectos de la producción de biocombustibles, tales como el aumento de los precios de los alimentos, podrían alentar a los agricultores a despejar tierras forestales para cultivar más cosechas—lo que empeoraría el cambio climático. Al menos un estudio sugiere que las emisiones resultantes de estas decisiones harían que los biocombustibles—incluso los biocombustibles avanzados a partir de materiales celulósicos como el pasto—fueran peores para el medio ambiente que la gasolina. Estos estudios utilizan el análisis económico para predecir el efecto de la producción de biocombustibles en el futuro sobre uso de la tierra, mientras que tratan de controlar otros factores que influyen en los agricultores, tales como la cantidad de existencias de grano y los cambios en la demanda de alimentos.
El nuevo estudio, que se publicará en un próximo número de la revista Biomass and Bioenergy, utiliza el análisis de los datos históricos en vez de los modelos económicos. No se encontró ninguna correlación estadística entre los cambios en la producción de biocombustibles en los EE.UU. desde 2002 hasta 2007 y los cambios registrados en el uso de las tierras de cultivo fuera del país. "No hay evidencia de un cambio indirecto del uso de la tierra", señala Bruce Dale, profesor de ingeniería química en la Universidad Estatal de Michigan, y que dirigió el estudio.
Jason Hill, profesor de bioproductos e ingeniería de biosistemas en la Universidad de Minnesota, afirma que no es de extrañar que el estudio no encontrase correlación, ya que existen muchas variables distintas que influyen en el uso de los cultivos. "Es difícil distinguir la señal del ruido", señala.
De hecho, otro estudio, que saldrá en julio, llega a conclusiones diferentes a partir del análisis de datos históricos, afirma Wallace Tyner, profesor de economía agrícola en la Universidad de Purdue, y uno de los autores de este estudio. Señala que los datos muestran un gran aumento (27 millones de hectáreas) en la cantidad de tierra dedicada a los cultivos clave desde 2006 a 2011, un momento en que la producción de biocarburantes aumentó rápidamente. La mayor parte de la tierra fue cultivada con maíz, soja y colza, siendo todas ellas cultivos de biocombustibles. Tyner atribuye el aumento a la producción de biocombustibles y a factores como el crecimiento de la demanda de China. Sin embargo afirma que la única manera de estimar qué parte de ese aumento en las tierras de cultivo se debió a la producción de biocombustibles sería ejecutando una simulación económica. Usando uno de estos modelos, estimó recientemente que la proporción del aumento perteneciente a los biocombustibles de EE.UU. fue de aproximadamente 2 millones de hectáreas.
Dada la falta de consenso científico sobre los impactos de los cambios de uso del suelo en las emisiones de gases de efecto invernadero---y la probabilidad de que siempre exista cierta incertidumbre en las estimaciones—algunos investigadores han recomendado la creación de políticas que tengan en cuenta una serie de posibles impactos.
Piensan, por ejemplo, que las autoridades deberían sopesar el riesgo de que un biocombustible aumente las emisiones de gases de efecto invernadero frente al riesgo de no usar el biocombustible, y el uso de gasolina en su lugar. Esto se parecería a la forma en que los reguladores sopesan los riesgos y beneficios de los nuevos medicamentos, afirma Michael O'Hare, profesor de política pública en la Universidad de California en Berkeley.
Otros, incluyendo a representantes de la industria de los biocombustibles, argumentan que los reguladores deberían ignorar el efecto del cambio de uso del suelo hasta que exista una mejor investigación. También señalan que si los efectos indirectos de los biocarburantes tienen que ser estimaciones, los estudios de los efectos indirectos de la producción de gasolina también se deberían considerar al comparar la gasolina y los biocombustibles.
Por ejemplo, un estudio reciente sugiere que la determinación del impacto de los cambios de uso de la tierra procedente de la minería de arenas bituminosas en Canadá podría aumentar las estimaciones de las emisiones de dióxido de carbono. La inclusión de estas emisiones podría hacer que la gasolina se viera aún peor de lo que se ve en la actualidad, mejorando la imagen de los biocombustibles.
Fuente: Technology review, MIT.
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