12/04/2009
MAGDA PÁEZ TORRES, UNIMEDIOS.
Un modelo de grados día para el cultivo de remolacha azucarera, una de las opciones para la obtención de biocombustible, fue desarrollado por un estudiante de la Maestría en Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia. Con solo ingresar la temperatura diaria, el productor podrá anticipar el éxito de su cultivo o prever las pérdidas a las que se expone.
Al campo colombiano le llegó la tecnología. El éxito en un cultivo ya no depende solo de la buena suerte del campesino, sino que ahora hay nuevas herramientas informáticas para predecir los resultados de la cosecha. Uno de los productos que se beneficiaría de estos avances es la remolacha azucarera (Beta vulgaris L.), una variedad de la hortaliza usada para obtener biocombustible. Pedro Alexánder Infante, estudiante del área de Fisiología de Cultivos, de la Maestría en Ciencias Agrarias, desarrolló un modelo sistematizado sobre su producción.
Con éste, se pueden precisar el instante y el clima aptos para la siembra, así como pronosticar el momento que tardaría en obtenerse la cosecha. Así, se ahorra dinero en el manejo del cultivo, se gana en resultados y se obtienen mayores rendimientos. Esto es lo que se conoce como agricultura de precisión.
“Nuestro trabajo apunta a la calidad del producto, más allá de la cantidad, que se asegura con mayor facilidad. La idea es predecir en qué puede verse afectado o favorecido el cultivo, así como el contenido de azúcar”, dijo el profesor de la UN y director de la investigación, Jairo Clavijo.
En Europa, la apuesta por este cultivo es clara, aunque con fines variados, entre ellos la extracción de azúcar. En Colombia, a pesar de que su incursión es muy reciente, hay buenos intentos por afianzar su producción, con miras a extraer biocombustible.
El avance reviste gran importancia para el país donde, a veces, por ser una zona tropical, las condiciones climáticas son adversas o demasiado cambiantes para la remolacha azucarera. Hasta ahora, la región donde mejor se ha comportado es Boyacá.
Al campo colombiano le llegó la tecnología. El éxito en un cultivo ya no depende solo de la buena suerte del campesino, sino que ahora hay nuevas herramientas informáticas para predecir los resultados de la cosecha. Uno de los productos que se beneficiaría de estos avances es la remolacha azucarera (Beta vulgaris L.), una variedad de la hortaliza usada para obtener biocombustible. Pedro Alexánder Infante, estudiante del área de Fisiología de Cultivos, de la Maestría en Ciencias Agrarias, desarrolló un modelo sistematizado sobre su producción.
Con éste, se pueden precisar el instante y el clima aptos para la siembra, así como pronosticar el momento que tardaría en obtenerse la cosecha. Así, se ahorra dinero en el manejo del cultivo, se gana en resultados y se obtienen mayores rendimientos. Esto es lo que se conoce como agricultura de precisión.
“Nuestro trabajo apunta a la calidad del producto, más allá de la cantidad, que se asegura con mayor facilidad. La idea es predecir en qué puede verse afectado o favorecido el cultivo, así como el contenido de azúcar”, dijo el profesor de la UN y director de la investigación, Jairo Clavijo.
En Europa, la apuesta por este cultivo es clara, aunque con fines variados, entre ellos la extracción de azúcar. En Colombia, a pesar de que su incursión es muy reciente, hay buenos intentos por afianzar su producción, con miras a extraer biocombustible.
El avance reviste gran importancia para el país donde, a veces, por ser una zona tropical, las condiciones climáticas son adversas o demasiado cambiantes para la remolacha azucarera. Hasta ahora, la región donde mejor se ha comportado es Boyacá.
En qué consiste.
El modelo se trabajó basado en el análisis de crecimiento y desarrollo de la remolacha, con relación al comportamiento del clima. Está hecho en un programa con lenguaje estructurado de modelación, a través de formas matemáticas y ecuaciones diferenciales. No obstante, su uso es muy sencillo.El campesino solo tiene que ingresar los datos de la temperatura, cada día, y éste le predice la influencia que tendría el factor climático sobre el desarrollo de su cultivo. A partir de ahí continúa todo un seguimiento a través del programa para saber el tiempo estimado que se demorará el producto en estar listo.
“La temperatura es un factor variable, pero hay una acumulación de unidades de calor que recoge esa propiedad. El programa toma el pico de temperatura más alto, se promedia con el más bajo, y al resultado se le resta la temperatura base”, comentó Infante.
Un punto crítico para ciertas variedades de este cultivo, según el investigador, es de 2.800 unidades de calor. Si en el semestre se acumulan más de 3 mil, como puede ser común en algunas zonas, se estaría excediendo de manera considerable el umbral de calor para la calidad óptima, lo que provocaría pérdidas.
Por ejemplo al ingresar datos simulados de temperaturas tan bajas como las de la Calera, el programa indica que no se puede cosechar en el semestre.
Y es que, dependiendo de la temperatura, puede ser más rápido o lento el cultivo. Allí entra a cumplir un papel fundamental el modelo, porque el hecho de que un campesino obtenga su producto una o dos semanas antes, le representa ahorro en costos de producción, como menos consumo de agua e insumos. El tiempo cronológico deja de ser importante y empieza a tener relevancia el tiempo térmico.
Según pruebas en cámara de crecimiento, cuando mejoran las condiciones climáticas, es decir, se mantienen cercanas a los 18 grados centígrados, los resultados son mejores.
La remolacha azucarera es un cultivo muy sensible frente al clima. “Se estresa en temperaturas demasiado altas, pues gasta energía extra en la fotorrespiración, un proceso útil para eliminar radicales libres (moléculas nocivas) en plantas como la remolacha, cuando se exponen a altas radiaciones”, explicó Infante.
“La temperatura es un factor variable, pero hay una acumulación de unidades de calor que recoge esa propiedad. El programa toma el pico de temperatura más alto, se promedia con el más bajo, y al resultado se le resta la temperatura base”, comentó Infante.
Un punto crítico para ciertas variedades de este cultivo, según el investigador, es de 2.800 unidades de calor. Si en el semestre se acumulan más de 3 mil, como puede ser común en algunas zonas, se estaría excediendo de manera considerable el umbral de calor para la calidad óptima, lo que provocaría pérdidas.
Por ejemplo al ingresar datos simulados de temperaturas tan bajas como las de la Calera, el programa indica que no se puede cosechar en el semestre.
Y es que, dependiendo de la temperatura, puede ser más rápido o lento el cultivo. Allí entra a cumplir un papel fundamental el modelo, porque el hecho de que un campesino obtenga su producto una o dos semanas antes, le representa ahorro en costos de producción, como menos consumo de agua e insumos. El tiempo cronológico deja de ser importante y empieza a tener relevancia el tiempo térmico.
Según pruebas en cámara de crecimiento, cuando mejoran las condiciones climáticas, es decir, se mantienen cercanas a los 18 grados centígrados, los resultados son mejores.
La remolacha azucarera es un cultivo muy sensible frente al clima. “Se estresa en temperaturas demasiado altas, pues gasta energía extra en la fotorrespiración, un proceso útil para eliminar radicales libres (moléculas nocivas) en plantas como la remolacha, cuando se exponen a altas radiaciones”, explicó Infante.
Opción de biocombustible.
Las primeras opciones para la producción de biocombustible fueron la caña, la yuca y el maíz, alimentos casi sagrados, de una tradición que data desde los indígenas. Después, llegó la remolacha azucarera, con poco misticismo, pero con una ventaja sobre los demás: no es un producto comestible básico.
Por tanto, en la actualidad, se le está apostando a este cultivo, con fines energéticos. Países europeos lo usan, además, para extraer azúcar, aunque como lo sostuvo el profesor Clavijo, lo mejor en condiciones tropicales es seguir extrayendo el dulce de la caña y el biocombustible de la remolacha.
“Nosotros tenemos la caña para el azúcar, a diferencia de los países europeos. Por tanto, sería mejor extraer el etanol de la remolacha, que se demora menos tiempo y es menos complicada su producción”, aseveró el docente.
Mientras la caña toma cerca de 5 años para su cultivo, la hortaliza se da entre 5 y 6 meses. Por ende, sería menos complejo responder a la demanda de energía.Así mismo, como lo destacaron Infante y Clavijo, esta variedad de remolacha no es un alimento, como sí lo son la caña, la yuca y el maíz. “Allí radica la gran ventaja”, expresaron.
Hace cerca de 6 años empezaron los estudios en Colombia para el cultivo de la remolacha azucarera. Ya se ha hecho extracción de energía con ésta, incluso se están adelantando pruebas para ver cómo funciona mezclada con productos como la caña.
Hoy, el reto no es solo el estudio en campo, sino también la capacitación a los campesinos en su cultivo. Es más, con el nuevo modelo, la idea es que ellos reciban orientación sobre su uso y aprovechen las utilidades que les brinda. “Unos la absorberán, la entenderán y llegarán primero. Otros, los seguirán”, dijo el profesor Clavijo.
Así mismo, enfatizó en que el modelo será benéfico para los agricultores del país, pues se va a predecir cuánto ganará o perderá con el cultivo. De ahí, se desprenderían unas prácticas agronómicas que impidan las pérdidas proyectadas.
Por tanto, en la actualidad, se le está apostando a este cultivo, con fines energéticos. Países europeos lo usan, además, para extraer azúcar, aunque como lo sostuvo el profesor Clavijo, lo mejor en condiciones tropicales es seguir extrayendo el dulce de la caña y el biocombustible de la remolacha.
“Nosotros tenemos la caña para el azúcar, a diferencia de los países europeos. Por tanto, sería mejor extraer el etanol de la remolacha, que se demora menos tiempo y es menos complicada su producción”, aseveró el docente.
Mientras la caña toma cerca de 5 años para su cultivo, la hortaliza se da entre 5 y 6 meses. Por ende, sería menos complejo responder a la demanda de energía.Así mismo, como lo destacaron Infante y Clavijo, esta variedad de remolacha no es un alimento, como sí lo son la caña, la yuca y el maíz. “Allí radica la gran ventaja”, expresaron.
Hace cerca de 6 años empezaron los estudios en Colombia para el cultivo de la remolacha azucarera. Ya se ha hecho extracción de energía con ésta, incluso se están adelantando pruebas para ver cómo funciona mezclada con productos como la caña.
Hoy, el reto no es solo el estudio en campo, sino también la capacitación a los campesinos en su cultivo. Es más, con el nuevo modelo, la idea es que ellos reciban orientación sobre su uso y aprovechen las utilidades que les brinda. “Unos la absorberán, la entenderán y llegarán primero. Otros, los seguirán”, dijo el profesor Clavijo.
Así mismo, enfatizó en que el modelo será benéfico para los agricultores del país, pues se va a predecir cuánto ganará o perderá con el cultivo. De ahí, se desprenderían unas prácticas agronómicas que impidan las pérdidas proyectadas.
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