9 de Junio de 2012.
Por: Harrison Rentería, Unimedios
La recuperación de las tierras aptas para la
agricultura (ricas en nutrientes y con alta capacidad de retener agua)
tarda cientos de años, pero una técnica científica acelerará su
resurgimiento. Se trata de un novedoso estudio que permite, por primera
vez en el país, conocer la estructura de los ricos terrenos de origen
volcánico.
Los andisoles son suelos con influencia de cenizas volcánicas que permiten el establecimiento de cultivos. Foto: Archivo particular |
El suelo fértil es como una gran esponja que
almacena agua y nutrientes, pero si se desintegra se vuelve improductivo
y se allana el camino para grandes desastres, debido a que pierde la
capacidad de absorber las lluvias. Solo queda aridez.
La degradación de la tierra cultivable es uno de los más graves problemas que afronta la sociedad actual, pues la sobreexplotación de los pisos no permite la adecuada regeneración de las propiedades fundamentales para sustentar la vida. Los científicos estiman que un terreno agotado puede durar cientos de años para recuperarse de forma natural.
Ante este crítico panorama, expertos en agronomía de la Universidad Nacional de Colombia en Medellín buscan reconstruir el suelo, darle mayor estabilidad y "resucitarlo" en el menor tiempo posible, a partir de hongos, microorganismos y raíces de plantas, entre otros componentes.
Para ello, es necesario ingresar, literalmente, en el interior de los agregados, que son las partículas minerales y orgánicas que se encargan de mantener la vida y el desarrollo productivo de la tierra.
Abunda la fertilidad
En primer lugar, Colombia tiene una de las superficies más fértiles del planeta –en taxonomía de suelos se les denomina andisoles–. Esta se desarrolló a partir de cenizas volcánicas que le proporcionan su riqueza nutricional y permite el sostenimiento de cultivos clave para la economía del país, como café, caña de azúcar, hortalizas y flores, así como la ganadería, entre otras actividades agropecuarias.
Los andisoles ocupan gran parte del territorio nacional. Se encuentran en el oriente antioqueño, el altiplano cundiboyacense, el eje cafetero y Nariño, lugares que son, precisamente, los más habitados del país y donde los terrenos se desgastan con mayor rapidez. De ahí la urgencia de diseñar mecanismos de sostenibilidad.
El director de la Escuela de Geociencias de la UN en Medellín, Ramiro Ramírez Pisco, explica que el proyecto busca recuperar el campo fértil, conociendo primero sus organismos y los materiales orgánicos que influyen en él.
Al determinar estos aspectos, se empieza a trabajar con microorganismos que aglutinan las partículas, incrementan el pH (potencial de hidrógeno) y aumentan la disponibilidad de fósforo, elemento de gran importancia para los sembrados, proceso denominado agregación.
La transformación
La reconstrucción del suelo consiste en hacer un agregado (una mezcla) de bacterias, raíces de plantas, micorrizas (hongos) y otros microorganismos para que interactúen y así devolverle la fertilidad orgánica a la tierra.
De antemano, es necesario identificar los seres vivos y compuestos químicos originales del área que se va a recuperar. Asimismo, buscar la proteína glomalina, que actúa como una goma elástica y pegajosa que aglutina o pega las piezas de ese rompecabezas compuesto también por arena, arcilla y lodo. Esta proteína es vital porque captura carbono y nutrientes que luego transporta a las raíces de las plantas.
Además, se deben detectar los macroinvertebrados, como larvas y lombrices de tierra, que, según el hallazgo, benefician las características físicas del suelo, pues en sus tractos digestivos hay excreciones mucosas y jugos digestivos, de hasta 2 mm, que ayudan a darle forma a la mezcla. Al tener este aspecto claro, los agrónomos aplican diluciones de microorganismos, es decir, disuelven los nutrientes en la tierra.
"Después de fijar el agregado se debe dejar descansar el lugar para que las plantas retornen al ecosistema. De manera natural, se comienza a formar un terreno con hongos, bacterias y macroinvertebrados. Lo que hacemos es dar las condiciones para que esos organismos se restablezcan más rápido", detalla Ramírez Pisco.
Edna Ivonne Leiva, investigadora de Sistemas Agroindustriales de la UN, manifiesta que el estudio de recuperación de andisoles es "una revolución", si se tiene en cuenta que la agregación del suelo no había sido estudiada ni descrita en el país: "Es la primera vez que, a nivel fotográfico, en imágenes microscópicas, se corrobora su microestructura".
La identificación del comportamiento de los agentes orgánicos (bacterias, hongos, raíces de diferentes tamaños y materiales provenientes de cenizas volcánicas, tales como silicio, aluminio, potasio y fósforo, entre otros) es una alternativa viable para mantener una buena estructura que almacene el 100 % del agua. De lo contrario, el líquido se desplaza por la superficie, arrastra partículas y causa movimientos en masa o derrumbes.
Mal uso
Leiva sugiere que se incluyan los suelos andisoles en los Planes de Ordenamiento Territorial regionales, debido a que son los lugares donde más asentamientos humanos hay, gracias a las bondades para los cultivos y a la riqueza hídrica. Pero la mala planificación y el mal uso de esos terrenos han llevado a que las recientes olas invernales dejen millones de damnificados.
En el más reciente Congreso Latinoamericano de la Ciencia del Suelo, celebrado en Argentina, se conoció que Colombia es uno de los pocos países de la región con cartografía detallada en este tema (es el caso de la zona de Urabá y la Sabana de Bogotá). No obstante, es poca la información sobre los miles de hectáreas fértiles del país y los eventos naturales que han ocurrido en el territorio.
El trabajo de los investigadores de la UN se desarrolla, por ahora, a escala de laboratorio y en campo, con muestras realizadas en andisoles del oriente antioqueño y tierras de La Pampa argentina. Sin embargo, el estudio ha captado el interés de gobernantes municipales de Colombia, así como de dirigentes argentinos y de Estados Unidos que buscan una óptima recuperación de sus suelos degradados.
Por lo pronto, los expertos dejan un mensaje: "al suelo hay que tratarlo como a un ser vivo, para que alcance su sostenibilidad en el tiempo".
La degradación de la tierra cultivable es uno de los más graves problemas que afronta la sociedad actual, pues la sobreexplotación de los pisos no permite la adecuada regeneración de las propiedades fundamentales para sustentar la vida. Los científicos estiman que un terreno agotado puede durar cientos de años para recuperarse de forma natural.
Ante este crítico panorama, expertos en agronomía de la Universidad Nacional de Colombia en Medellín buscan reconstruir el suelo, darle mayor estabilidad y "resucitarlo" en el menor tiempo posible, a partir de hongos, microorganismos y raíces de plantas, entre otros componentes.
Para ello, es necesario ingresar, literalmente, en el interior de los agregados, que son las partículas minerales y orgánicas que se encargan de mantener la vida y el desarrollo productivo de la tierra.
Abunda la fertilidad
En primer lugar, Colombia tiene una de las superficies más fértiles del planeta –en taxonomía de suelos se les denomina andisoles–. Esta se desarrolló a partir de cenizas volcánicas que le proporcionan su riqueza nutricional y permite el sostenimiento de cultivos clave para la economía del país, como café, caña de azúcar, hortalizas y flores, así como la ganadería, entre otras actividades agropecuarias.
Los andisoles ocupan gran parte del territorio nacional. Se encuentran en el oriente antioqueño, el altiplano cundiboyacense, el eje cafetero y Nariño, lugares que son, precisamente, los más habitados del país y donde los terrenos se desgastan con mayor rapidez. De ahí la urgencia de diseñar mecanismos de sostenibilidad.
El director de la Escuela de Geociencias de la UN en Medellín, Ramiro Ramírez Pisco, explica que el proyecto busca recuperar el campo fértil, conociendo primero sus organismos y los materiales orgánicos que influyen en él.
Al determinar estos aspectos, se empieza a trabajar con microorganismos que aglutinan las partículas, incrementan el pH (potencial de hidrógeno) y aumentan la disponibilidad de fósforo, elemento de gran importancia para los sembrados, proceso denominado agregación.
La transformación
La reconstrucción del suelo consiste en hacer un agregado (una mezcla) de bacterias, raíces de plantas, micorrizas (hongos) y otros microorganismos para que interactúen y así devolverle la fertilidad orgánica a la tierra.
De antemano, es necesario identificar los seres vivos y compuestos químicos originales del área que se va a recuperar. Asimismo, buscar la proteína glomalina, que actúa como una goma elástica y pegajosa que aglutina o pega las piezas de ese rompecabezas compuesto también por arena, arcilla y lodo. Esta proteína es vital porque captura carbono y nutrientes que luego transporta a las raíces de las plantas.
Además, se deben detectar los macroinvertebrados, como larvas y lombrices de tierra, que, según el hallazgo, benefician las características físicas del suelo, pues en sus tractos digestivos hay excreciones mucosas y jugos digestivos, de hasta 2 mm, que ayudan a darle forma a la mezcla. Al tener este aspecto claro, los agrónomos aplican diluciones de microorganismos, es decir, disuelven los nutrientes en la tierra.
"Después de fijar el agregado se debe dejar descansar el lugar para que las plantas retornen al ecosistema. De manera natural, se comienza a formar un terreno con hongos, bacterias y macroinvertebrados. Lo que hacemos es dar las condiciones para que esos organismos se restablezcan más rápido", detalla Ramírez Pisco.
Edna Ivonne Leiva, investigadora de Sistemas Agroindustriales de la UN, manifiesta que el estudio de recuperación de andisoles es "una revolución", si se tiene en cuenta que la agregación del suelo no había sido estudiada ni descrita en el país: "Es la primera vez que, a nivel fotográfico, en imágenes microscópicas, se corrobora su microestructura".
La identificación del comportamiento de los agentes orgánicos (bacterias, hongos, raíces de diferentes tamaños y materiales provenientes de cenizas volcánicas, tales como silicio, aluminio, potasio y fósforo, entre otros) es una alternativa viable para mantener una buena estructura que almacene el 100 % del agua. De lo contrario, el líquido se desplaza por la superficie, arrastra partículas y causa movimientos en masa o derrumbes.
Mal uso
Leiva sugiere que se incluyan los suelos andisoles en los Planes de Ordenamiento Territorial regionales, debido a que son los lugares donde más asentamientos humanos hay, gracias a las bondades para los cultivos y a la riqueza hídrica. Pero la mala planificación y el mal uso de esos terrenos han llevado a que las recientes olas invernales dejen millones de damnificados.
En el más reciente Congreso Latinoamericano de la Ciencia del Suelo, celebrado en Argentina, se conoció que Colombia es uno de los pocos países de la región con cartografía detallada en este tema (es el caso de la zona de Urabá y la Sabana de Bogotá). No obstante, es poca la información sobre los miles de hectáreas fértiles del país y los eventos naturales que han ocurrido en el territorio.
El trabajo de los investigadores de la UN se desarrolla, por ahora, a escala de laboratorio y en campo, con muestras realizadas en andisoles del oriente antioqueño y tierras de La Pampa argentina. Sin embargo, el estudio ha captado el interés de gobernantes municipales de Colombia, así como de dirigentes argentinos y de Estados Unidos que buscan una óptima recuperación de sus suelos degradados.
Por lo pronto, los expertos dejan un mensaje: "al suelo hay que tratarlo como a un ser vivo, para que alcance su sostenibilidad en el tiempo".
Fuente: UN Periodico, Edición. No. 156. Universidad Nacional de Colombia.
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