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viernes, 29 de noviembre de 2013

AUMENTANDO LOS NIVELES DEL Pteroestilbeno EN LOS CULTIVOS.

Por: Rosalie Marion Bliss.
25 de noviembre de 2013.
Un grupo de científicos del Servicio de Investigación Agrícola (SIA) ha desarrollado una manera de aumentar la producción de un compuesto benefico llamado pteroestilbeno en las plantas.
Este descubrimiento podría ayudar a especies de cultivos a producir o aumentar su producción de pteroestilbeno. Los estilbenos son un subgrupo de los fitoquímicos beneficos llamados polifenoles que ocurren naturalmente en plantas. El nuevo enfoque podría hacer posible el aumento de niveles del pteroestilbeno, el cual podría ofrecer beneficios para la salud humana, en los cultivos que ya lo producen, tales como las uvas y las bayas.
Imágenes en el sentido de las agujas del reloj: Ilustración del ADN recombinante; la estructura molecular del pteroestilbeno; las uvas rojas; los arándanos. Enlace a la información en inglés sobre la foto
Científicos del SIA han desarrollado una estrategia que involucra dos genes y que puede aumentar la producción del fitoquímico beneficioso llamado pteroestilbeno en cultivos tales como los arándanos que ya producen el compuesto, y puede agregar el compuesto a los cultivos que no comúnmente lo produce, tales como las uvas.
Hay dos estilbenos–resveratrol y pteroestilbeno–que podrían tener propiedades que ofrecen beneficios para la salud humana. Durante sus experimentos, los investigadores demostraron que un gen previamente caracterizado y patentado llamado SbOMT3, el cual los científicos aislaron de una planta de sorgo, tiene la capacidad de convertir resveratrol en pteroestilbeno. Los científicos luego aumentaron esa actividad de conversión con la expresión de ambos SbOMT3 y un gen llamado AhSTS3 que produce una sintasa de estilbeno. Ese gen fue aislado de una planta de cacahuete.
Para el estudio de prueba de concepto, los científicos exitosamente incorporaron ambos genes en los cromosomas en dos diferentes plantas hospederas, Arabidopsis y tabaco. Esta estrategia de utilizar dos genes generó plantas transgénicas que pudieron producir pteroestilbeno, según los autores. Los resultados del estudio fueron publicados en 'Plant Biotechnology Journal' (Revista de Biotecnología de Plantas) en el 2012.
Una patente concedida al ARS en el 2010 describe la capacidad de SbOMT3 de crear plantas transgénicas que producen pteroestilbeno, y describe la estrategia de utilizar los dos genes.
Fuente: Servicio de Investigación Agrícola. SIA-USDA.

viernes, 22 de noviembre de 2013

HONGO PODRÍA AYUDAR A CONTROLAR UNA MALEZA.

Por: Jan Suszkiw
18 de noviembre de 2013
Un hongo natural podría ser útil en la lucha contra Amaranthus palmeri, la cual es una maleza invasora que puede crecer hasta dos pulgadas por día y puede consumir los recursos naturales necesitados por los cultivos de maíz, algodón y soya, de este modo disminuyendo sus rendimientos.
Para colmo de desgracias, algunos biotipos de la maleza han desarrollado resistencia al herbicida glifosato. Como otra opción, científicos del Servicio de Investigación Agrícola (ARS), Misisipi, están explorando maneras de formular Myrothecium verrucaria, el cual es un hongo que ataca las hojas y el tallo de A. palmeri, causando la marchitez, las lesiones necróticas, la pérdida de clorofila, y otros síntomas de enfermedad que pueden matar las plantas jóvenes y debilitar las plantas más maduras.
La maleza Amaranthus palmeri.
Amaranthus palmeri es una maleza agresiva que se encuentra en muchas partes del mundo. Esta maleza puede crecer hasta dos pulgadas por día, de este modo reduciendo la disponibilidad de recursos necesitados por los cultivos. Foto cortesía de Joseph LaForest, Universidad de Georgia, Bugwood.org
Estudios por Robert Hoagland, Doug Boyette indican que Myrothecium puede causar daños en biotipos de A. palmeri que tienen resistencia al glifosato y otros herbicidas tales como las triazinas.
Para probar la infectividad de Myrothecium, los investigadores usaron una etapa de crecimiento en la cual el hongo forma filamentos. Los científicos aplicaron una formulación especial de esta forma del hongo en dos grupos de plantas de A. palmeri que tenian cuatro semanas de edad. Algunas de las plantas presentaron resistencia al glifosato, pero otras no tuvieron resistencia. Todas las plantas se observaron para detectar síntomas durante un período de 168 horas, y luego las plantas se pesaron para detectar reducciones en el crecimiento de brotes.
Patólogo de plantas Doug Boyette prepara una fermentadora para cultivar un hongo. Enlace a la información en inglés sobre la foto
Patólogo de plantas Doug Boyette ha descubierto un hongo que se puede cultivar en una fermentadora, y que podría ser útil como un agente de biocontrol contra la maleza Amaranthus palmeri, la cual está desarrollando resistencia a algunos herbicidas.
Las plantas más jóvenes fueron las más propensas a la enfermedad, y todas las plantas que recibieron la máxima aplicación del hongo tuvieron síntomas de enfermedad. Después de 48 a 72 horas, casi el 100 por ciento de estos plantas murieron. En las plantas que tenian una edad de seis semanas, los síntomas se desarrollaron más lentamente, pero no fue una diferencia significativa en daños entre las plantas con resistencia al glifosato y aquellas sin resistencia. Ambos grupos demostraron síntomas de enfermedad, incluyendo clorosis, un poco de necrosis, y una reducción en crecimiento.
Estos hallazgos han sido publicados en 'Allelopathy Journal' (Revista de Alelopatía), y fueron el primer informe sobre actividad bioherbicidal contra una especie de maleza que tiene resistencia al glifosato.
Fuente: Servicio de Investigación Agrícola (SIA-USDA).

miércoles, 20 de noviembre de 2013

EL FRUTO DEL ÁRBOL DEL PAN PUEDE AYUDAR A CONTROLAR LOS MOSQUITOS.

Por: Sandra Avant.
15 de Noviembre de 2013.
Una fruta tropical que podría ser una solución posible al hambre mundial también contiene compuestos que podrían ayudar a prevenir la propagación por mosquitos que provocan enfermedades graves tales como la malaria, la fiebre amarilla y la fiebre del dengue.
La fruta de pan, Artocarpus altilis, es un cultivo tropical tradicional que ha sido cultivado por más de 3.000 años en todas partes de Oceanía: Melanesia, Micronesia, y Polinesia. La fruta es abundante, feculenta y llena de nutrientes. Además de ser un alimento valioso y nutritivo, la fruta de pan se usa en Hawai y otras regiones para controlar los insectos. La gente quema las flores conocidas como inflorescencias masculinas para repeler los insectos voladores, incluyendo los mosquitos.
Fruta de pan.
Científicos del SIA y sus colaboradores han identificado tres compuestos naturales en la fruta de pan—ácido cáprico, ácido undecanoico y ácido láurico—que son significativamente más eficaces en repeler los mosquitos comparados con DEET. Foto cortesía de Forest y Kim Starr, Starr Enviromental, Bugwood.org
Los científicos del Servicio de Investigación Agrícola (ARS) y la Universidad de la Columbia Británica en Canadá colaboraron para identificar los químicos naturales en la fruta del árbol del pan que repelen los insectos.
"Descubrimos que tres químicos—los ácidos cápricos, undecanoicos y láuricos—fueron responsables de la actividad repelente", dice químico Charles Cantrell. "Estos químicos también se llaman los ácidos grasos saturados C10, C11, y C12 ".
Los investigadores, escogieron algunas inflorescencias masculinas de una selección diversa de sus árboles de la fruta de pan y secaron las flores. Luego las proveyeron a los científicos del ARS para realizar las pruebas. Los científicos del ARS colectaron muestras de humo cuando quemaron las inflorescencias en el método tradicional usado en las regiones del Pacífico. Los investigadores identificaron más de 30 compuestos en el humo, incluyendo una mezcla de terpenos, aldehídos, ácidos grasos, y compuestos aromáticos.
El químico Kamal Chauhan probó la eficacia de los compuestos contra las hembras adultas del mosquito Aedes aegypti en un sistema que utiliza una membrana y un sucedáneo de la sangre para alimentar a los mosquitos. 
xxx. Enlace a la información en inglés sobre la foto
Un mosquito se alimenta por una membrana artificial y un sucedáneo de la sangre. Con esta prueba, los científicos del SIA descubrieron que los mosquitos no se alimentan cuando la membrana se trata con un extracto de la fruta de pan.
"Estos químicos naturales fueron significativamente más eficaces en repeler los mosquitos comparados con DEET, el cual es el producto químico principal usado para repeler los insectos que pican", dice Chauhan. "En regiones donde las flores de los árboles de la fruta de pan están disponibles, la gente puede usarlas en vez de los productos repelentes costosos".
"Esta investigación fue la primera de mostrar que la fruta de pan es eficaz como un repélete, de este modo validando un remedio tradicional", dice Cantrell.
En otro estudio, científicos del NPURU probaron una gama amplia de ácidos grasos saturados e insaturados y obtuvieron resultados similares. "Estos tres químicos encontrados en la fruta de pan y otros remedios tradicionales fueron muy activos y fueron los ácidos grasos más repelentes descubiertos hasta la fecha", dice Cantrell.
El químico Ulrich Bernier, usó una prueba estándar de repelencia para evaluar la eficacia de los compuestos contra los mosquitos. La prueba usó voluntarios que llevan tela tratada con varias concentraciones de los químicos. Bernier verificó que los ácidos grasos saturados proveen protección eficaz.
Fuente: Servicio de Investigación Agrícola, SIA-USDA.

lunes, 18 de noviembre de 2013

AGRICULTURA ECOLÓGICA, OPCIÓN PARA UN MODELO SOSTENIBLE.

09 de Noviembre de 2013.
Por: Tomás León Sicard,
Agrólogo e Investigador del Instituto de Estudios Ambientales - Universidad Nacional de Colombia

Mientras en varios países las agriculturas alternativas fortalecen a los campesinos y protegen el ambiente, en Colombia la maraña política, el modelo económico y la ignorancia hacen difícil implantar nuevas formas de desarrollar el sector rural.

Foto: Andrés Felipe Castaño/Unimedios
Foto: Andrés Felipe Castaño/Unimedios.
Las reivindicaciones de sectores representativos de gremios agropecuarios del país, durante el reciente paro agrario nacional, muestra preocupaciones ligadas, en su mayor parte, a los ingresos económicos de los productores. Esto es un asunto natural en este tipo de actos sociales, pero son escasas las reflexiones sobre las causas últimas de la profunda crisis del sector.
Pocas manifestaciones hubo en torno al modelo de desarrollo agrario de Colombia, el cual sigue lineamientos generales de apertura económica y tecnológica, esta última muy ligada a la denominada Revolución Verde (RV), a través de innovaciones en fitoquímica, mejoramiento genético y maquinaria agrícola.
A pesar de que la RV dejó ventajas significativas como el rendimiento creciente por hectárea y la reducción de las superficies sembradas; existen críticas a este modelo en relación con la contaminación de suelos y aguas, la reducción de la biodiversidad, la erosión y la polarización de las sociedades agrarias.
Como consecuencia, desde los años ochenta aparecieron movimientos alternativos, entre ellos los de agricultura ecológica (AE), que plantean paradigmas diferentes en la concepción científica y en las maneras de ejercer la actividad. Estos grupos han tomado varios nombres en función de su naturaleza, principios y métodos (agriculturas naturales o de cero intervención, biodinámicas, orgánicas o ecológicas). 
En defensa del ambiente 
La AE se basa, entre otras prácticas agronómicas, en cambiar monocultivos por policultivos, en la disminución de fertilizantes externos, en la promoción del reciclaje de abonos orgánicos producidos en la misma finca y en la eliminación total de plaguicidas y de plantas genéticamente modificadas.
Evidentemente, estas prácticas se ejecutan en relación directa con una constelación de elementos culturales que permiten la ejecución de la AE como práctica alternativa. Estos incluyen la conciencia ambiental de los productores, la disponibilidad de tecnologías alternativas, el acompañamiento institucional y una base filosófica diferente para abordar la producción de alimentos.
La agricultura ecológica y sus similares (la biodinámica o la permacultura) se incrementan en el mundo a tasas cercanas al 20% anual. Esto debido a que la sociedad reconoce sus beneficios, que van desde la salud de los consumidores hasta la disminución de problemas de erosión de suelos, restauración de ecosistemas degradados e, incluso, defensa contra inundaciones y sequías.
Según los expertos Helga Willer y Lukas Kilcher (2011), las hectáreas (ha) dedicadas a todo tipo de agricultura ecológica certificada en el mundo, incluyendo aquellas en reconversión, llegaron en el año 2009 a 37.232.000 ha (en 1999 fueron 11 millones y en 2008, 35,2 millones).
Lo anterior corresponde al 0,9% de las tierras agrícolas del mundo, las cuales se calcula llegan a los 1.500 millones de ha (si se suman las de uso agropecuario y forestal serían 4.900 millones de ha). La penetración de la AE en algunos países es mucho más elevada que el porcentaje mundial; es el caso de las Islas Malvinas (36%), Liechtenstein (27%) y Austria (18,5%).
Una opción viable 
Siete países poseen más del 10% de sus tierras en AE. El dato suministrado incluye casi 12 millones de hectáreas en pastoreo extensivo en Australia. La misma fuente advierte que en estas actividades se ocupaban 1,8 millones de productores (1,4 millones en 2008) en 160 países.
En América Latina, unos 280.000 productores cultivaron 8,6 millones de hectáreas de tierra de manera orgánica en 2009, lo que equivale al 23% del global mundial en AE y al 1,4% de la tierra dedicada a labores agrícolas en el planeta.
Los principales países por hectáreas fueron Argentina (4,4 millones), Brasil (1,8 millones) y Uruguay (930.965). La proporción más alta de tierras agrícolas ecológicas se reportan en las Islas Falkland/Malvinas (35,7%), la República Dominicana (8,3%) y Uruguay (6,3%).
Ahora bien, ¿Podría la Agricultura Ecológica ayudar a resolver parte sustancial de los actuales problemas del sector agropecuario colombiano? La respuesta es un sí rotundo. Si el país decidiera apostar por este camino, que en la actualidad ocupa entre el 1% y 2% de la producción nacional (unas 50.000 ha certificadas), muchos conflictos del sector encontrarían respuestas.
Por ejemplo, la promoción de policultivos diversos y las consecuentes prácticas de no dejar los suelos desnudos, podrían contribuir fuertemente a evitar los derrumbes, deslizamientos e inundaciones en las épocas de lluvias intensas. Esto porque los suelos retendrían más agua y la liberarían lentamente, evitando las crecientes súbitas de los ríos y guardando el líquido en el mismo suelo para los períodos de sequía.
El reciclaje de la materia orgánica en las mismas fincas, hace que ellas se vuelvan autosuficientes y que no requieran la compra continua de fertilizantes o que su adquisición se torne más ocasional y controlada, siempre en función del análisis de suelos.
Este mismo abonamiento orgánico hace que los suelos sean más resistentes a la erosión o a su degradación física y que, nuevamente, el consumo de agua sea más equilibrado, al igual que el aumento de su fertilidad.
El hecho de eliminar los plaguicidas produce altos beneficios, uno de los cuales y, tal vez el más importante, es que los consumidores tengan mejoras en la salud. Así, se reducen las posibilidades de intoxicación crónica o aguda, se bajan las tasas de morbi- y mortalidad y, por ende, se reducen las consultas médicas y las presiones sobre el sistema de seguridad social.
Pero además, al eliminar el uso de plaguicidas (insecticidas, fungicidas, bactericidas y otros) se propicia la proliferación de insectos benéficos que, a su vez, controlan a los denominados insectos-plaga,  reduciendo también la necesidad de comprar productos tóxicos.
Con todo esto, la agricultura ecológica es capaz de asegurar la soberanía alimentaria del país, de generar enormes cantidades de empleo (por lo menos un 30% más que el actual modelo), de incentivar la creatividad para la prosperidad, de aumentar la oferta de productos exportables y, si se quiere, de dar oportunidades para la paz nacional.
La pregunta es ¿por qué si es tan benéfica, no se expande en Colombia con la misma rapidez  que en muchos otros países? Las respuestas, que dan para un debate más amplio, tienen que ver con varios aspectos.
Por un lado, con el modelo económico actual, empujado por empresas transnacionales que poco o nada se interesan en el beneficio social y ambiental. Por otro, con decisores políticos que no comprenden aún en qué consiste esta práctica alternativa. Finalmente, con académicos que se oponen a la AE o con comercializadores que defienden intereses establecidos.
Lo cierto es que la agricultura ecológica es, a juicio de muchos expertos, la solución para los problemas estructurales del país rural y urbano.
Fuente: UN Periódico Edición No. 172. Universidad Nacional de Colombia.

jueves, 14 de noviembre de 2013

AGROQUÍMICOS ENVENENAN SUELOS EN COLOMBIA.

Nov. 09 de 2013
Por: Sandra Uribe Pérez, Unimedios

En el país se aplican 499,4 kg de fertilizantes de síntesis química por cada hectárea cultivada, mientras que el promedio en América Latina es de 106,9 kg. El resultado de este exceso es mayor erosión de los suelos y menor productividad. Ante dicha problemática, la agroecología se presenta como una solución efectiva y menos costosa.

Pese a la promulgación del Decreto 1988 de 2013 (medida de emergencia que dio salida al paro agrario) no deja de ser alarmante el costo de los agroinsumos en Colombia, pues sobrepasan entre un 30% y un 50% el precio mundial. Además, siguen siendo controlados por monopolios sin una efectiva regulación por parte del Gobierno.

Esto incide negativamente en los costos de producción de los campesinos, quienes gastan entre un 30% y un 40% de su presupuesto en plaguicidas y fertilizantes de síntesis química industrial (úrea, fosfato diamónico y cloruro de potasio, entre otros) para suplir los requerimientos de nitrógeno (N), fósforo (P) y potasio (K) de sus cultivos.
Más escandaloso es que en el país se apliquen 499,4 kg de estos fertilizantes por cada hectárea de tierra cultivable, mientras que el promedio en América Latina es de 106,9 kg por hectárea (ver infográfico). Peor aún es que no se tomen medidas frente a esta situación.
Esto es evidencia de la dependencia compulsiva de los agricultores nacionales hacia los agroquímicos, algo que afecta al bolsillo, al ambiente y a la salud. Asimismo, deja serias dudas sobre qué tanto se conocen las características y requerimientos nutricionales de los suelos colombianos.
Apoyo tecnológico e investigación 
Según Carlos Fonseca Zárate, exdirector de Colciencias, este panorama debe llevar a retomar la investigación en el campo basada en la ciencia y la transferencia tecnológica, incluidas algunas eco y biotecnologías beneficiosas para los productores agrarios. Dice que las posibilidades se abren ahora que “el 25% de los recursos solicitados por los departamentos en los proyectos de regalías son para el sector agropecuario”.
De cara a la competencia internacional a la que han sido expuestos los agricultores a partir de la firma de los TLC, es clave dar mucho más acompañamiento en ciencia, tecnología e innovación, a la par que se toman decisiones acerca de la investigación que se debe hacer. Esto con el fin de superar la gran desventaja en la que se encuentran nuestros campesinos frente a Estados Unidos y Europa, donde sí cuentan con subvenciones del Gobierno.
En este sentido, Fonseca menciona que, por ejemplo, no hay estudios en profundidad con respecto a los lugares donde podría hallarse roca fosfórica en el país. Por otra parte, recuerda que este territorio –el más biodiverso del mundo por metro cuadrado– tiene muchas posibilidades de hallar microorganismos fijadores de nitrógeno (N2), esencial para el crecimiento vegetal. 
Los fertilizantes orgánicos son una alternativa viable en Colombia, pero falta apoyo oficial para que sean más utilizados. - Foto: Víctor Manuel Holguín/Unimedios
Los fertilizantes orgánicos son una alternativa viable en Colombia, pero falta apoyo oficial para que sean más utilizados. - Foto: Víctor Manuel Holguín/Unimedios
Dependencia y ambiente 
Existen opciones como la agricultura biológica y la agroecología para que la economía campesina no dependa de insumos nocivos ni de las fluctuaciones del mercado o la cotización del petróleo (para producir úrea, por ejemplo, se requiere una enorme cantidad de la energía que se obtiene a partir de este combustible fósil).
Además de la ventaja en los costos, no utilizar dichos fertilizantes contribuiría a mejorar las propiedades del suelo y a garantizar productos competitivos en el creciente mercado mundial de los orgánicos. Por ejemplo, favorecer una alimentación sana e incluso contribuir a la mitigación del cambio climático y a la regulación de algunas plagas que pueden ser estimuladas por la excesiva presencia de nutrientes como el nitrógeno.
Otro aspecto importante es el cuidado del ambiente. La profesora Marina Sánchez de Prager, del Grupo de Investigación en Agroecología (GIA) de la Universidad Nacional de Colombia en Palmira, advierte que hay un abuso en el uso del nitrógeno y el fósforo. De hecho, las mismas empresas de agroquímicos reconocen que de cada kilogramo de fertilizante aplicado, la planta solo toma alrededor del 40%; el restante 60% se pierde por diferentes vías que contaminan el agua y el aire.
Según la experta, a esto se suma la sedimentación del mar y las afectaciones a la salud. De otro lado, el exceso de nitrógeno en forma amoniacal (uno de los gases de efecto invernadero), hace que se produzca CO2 e incluso llega a quemar las plantas.
Tomás León Sicard, docente del Instituto de Estudios Ambientales (IDEA) de la UN, asegura que el uso excesivo de agroquímicos se debe a su relativo éxito en la producción agrícola. No obstante, la incorporación de sustancias ricas en nitrógeno, fósforo y potasio genera desbalances en la disponibilidad de otros nutrientes y ello, a su vez, puede causar desequilibrios (como exagerada producción de azúcares en las plantas). Lo anterior se traduce en problemas
fitosanitarios que para ser controlados requieren otro elemento del mismo modelo: los plaguicidas.  
 
 
Otras prácticas en el agro 
Pensando en todo esto, desde hace cerca de 20 años la UN busca nuevas alternativas y  experimenta con insumos como la materia orgánica que producen las fincas (compostaje) o la biomasa que se recicla (hojas, malezas, restos de la floración y la fructificación que se convierten en masa muerta y, luego, en nutrientes).
Mediante estas vías se contribuye a suplir las necesidades o desequilibrios resultantes del uso de agroquímicos.
Además de estas estrategias, se realizan prácticas y se comparten con los agricultores técnicas para preparar y usar el compost adecuadamente.
Otra posibilidad efectiva es la tecnología agroecológica de los abonos verdes (AV). La profesora Sánchez explica que esta práctica consiste en utilizar especies vegetales, especialmente leguminosas, que capturan N2 del aire, lo llevan a formas orgánicas y lo depositan en las plantas y en el suelo, con lo cual este se suple de amonio (NH4) y nitrato (NO3).
Así se proporcionan contenidos similares a los de fertilizantes de síntesis. Precisamente, en la actualidad hay tres trabajos del Doctorado en Agroecología (desarrollado en la UN en Palmira y en la Universidad de Antioquia) que investigan al respecto.
Algo importante es no olvidar que el suelo está vivo y que existen enormes cantidades de  microorganismos que lo habitan (hongos, bacterias, actinomicetos), que aportan soluciones a las necesidades de las plantas. Según Sánchez y otros investigadores, al utilizar leguminosas en los AV se pueden llevar a cabo procesos de simbiosis, es decir, relaciones beneficiosas entre las raíces y los microorganismos.
Algo en lo que coinciden Fonseca y los profesores Sánchez y León es en la importancia de sembrar biodiversidad en vez de monocultivos, para darle un uso eficiente al suelo. Una alternativa es sembrar maíz y fríjol (o soya y maíz), pues el sistema radical del fríjol ayuda a fijar el nitrógeno e incorporarlo al agroecosistema. Así, poco a poco, se deben suspender los fertilizantes artificiales y mientras dura este proceso, se preparan los abonos orgánicos para disminuir el uso de químicos, de tal modo que no se afecte la producción.
Para certificar el suelo como apto para cultivos orgánicos, se debe esperar una transición de tres años. El ahorro en los costos de los abonos químicos, así como el creciente mercado mundial, que pide alimentos limpios y sanos, puede estimular a los agricultores a involucrarse en esta beneficiosa empresa.
Lograr esto, según el profesor León, es una cuestión de “autonomía” de los productores, pues son ellos quienes disminuyen o eliminan la compra de insumos. De todas maneras, son decisiones que van en contravía de los intereses establecidos y de la acumulación de poder de las grandes empresas transnacionales, productoras y dueñas del monopolio de insumos. 
Más ideas ecológicas 
El profesor León señala otra iniciativa del IDEA, a través de la cual se implementa lo que han llamado la “estructura agroecológica principal de la finca”. Esta estrategia es, en el fondo, una manera de conservar y aumentar la agrobiodiversidad a través de conectores (cercas vivas) externos e internos.
Para ello, se utilizan hileras diversificadas de árboles  que tengan asociadas plantas herbáceas y arbustivas, ojalá con flores, conectadas con corredores de bosque (no se utilizan ni eucalipto ni pino porque evitan el crecimiento de ciertos microorganismos o acidifican el suelo). Esto genera, entre otros efectos positivos, oferta de alimentos y hábitat para diversos insectos benéficos, control de la erosión y disminución de la fuerza del viento. Entre más biodiversidad haya, mucho mejor.
Por otra parte, en el grupo en Microbiología del Suelo de la UN en Medellín, la investigadora Laura Osorno Bedoya aprovecha dos microorganismos que viven en el suelo (Morteriella sp y Aspergillus niger) que son capaces de producir ácidos con propiedades para solubilizar la roca fosfórica con la cual se obtiene un biofertilizante fosfórico.
En otro ámbito investigativo, el grupo interdisciplinario de Biotecnología de Micorrizas Arbusculares de la UN, dirigido por la profesora Alia Rodríguez Villate, demostró que los hongos formadores de micorrizas arbusculares mejoran el rendimiento de los cultivos, en particular el de yuca. Estos reducen en un 50% la aplicación de fertilizantes fosfatados y ayudan a la planta a absorber nutrientes de forma más eficiente.
Asimismo, el Instituto de Biotecnología (IBUN) de la UN, en asocio con la empresa Biocultivos S.A., desarrolló tres biofertilizantes (que ya se encuentran en el mercado), cuyos ingredientes activos son microorganismos que mejoran la nutrición de los cultivos de arroz.
Es importante mencionar que los sistemas agrosilvopastoriles de ganado, desarrollados especialmente por el profesor Enrique Murgueitio y la ONG CIPAV, además de aumentar la cantidad de reses por hectárea (de 1 a 4 o 5), ayudan a enriquecer los suelos degradados.
Fonseca destaca que esto se da gracias a la siembra de arbustos de Leucaena sp, que fijan nitrógeno de la atmósfera (el 79,9% del aire que respiramos es nitrógeno) y forman simbiosis con micorrizas. Otra ventaja es que estos sistemas no permiten la presencia de moscas y aumentan las poblaciones de cucarrones que oxigenan el suelo.
Como se observa, los investigadores tienen la enorme responsabilidad de seguir estudiando la biodiversidad, los suelos y las riquezas del país, ahora que existe la posibilidad de contar con recursos de regalías.
Sin embargo, el Gobierno también tiene que aportar su cuota si realmente le interesa (tal y como se había planteado en las iniciativas del Buen Gobierno) propender por la “seguridad alimentaria y nutricional con base en la vocación agropecuaria del país”, tener “campesinos trabajando y viviendo dignamente en el campo” y “gente próspera, sonriente y segura, que ofrezca productos competitivos en el escenario mundial”.
Fuente: UN Periódico Edición No. 172. Universidad Nacional de Colombia.