AXI no se dedicará directamente al negocio de fabricar combustibles, sino que trabajará en estrecha colaboración con las compañías que sí se dedican a ello, con el fin de desarrollar cepas de algas que produzcan los lípidos, o aceites, correctos, para el combustible que se desee elaborar. No será necesario utilizar manipulación genética.
Habiendo estudiado la fisiología de las algas durante más de 30 años, Rose Ann Cattolico está convencida de que la vida vegetal presente en masas de agua que van desde océanos hasta estanques puede ser una fuente importante de combustibles medioambientalmente benignos para todo tipo de necesidades, desde automóviles y podadoras de césped, hasta los aviones de propulsión a reacción.
Ella no es la única en creerlo. Recientemente, Allied Minds, una compañía que trabaja con las universidades para comercializar tecnologías desde sus primeras etapas de desarrollo, invirtió una parte de su capital en el trabajo de la profesora de biología de la Universidad de Washington, formando una nueva empresa llamada AXI.
Tal como nos recuerda Cattolico, la gente no suele ser consciente de los muchos tipos de algas que existen, desde las unicelulares hasta la gran Thalassia, y cada una se desarrolla de manera diferente. “Lo que tratamos de hacer es escoger las mejores entre las mejores, aquellas que produzcan los lípidos adecuados para un tipo particular de combustible”, explica la investigadora.
AXI no se dedicará directamente al negocio de fabricar combustibles, sino que trabajará en estrecha colaboración con las compañías que sí se dedican a ello, con el fin de desarrollar cepas de algas que produzcan los lípidos, o aceites, correctos, para el combustible que se desee elaborar. No será necesario utilizar manipulación genética.
A diferencia de muchos de los cultivos importantes desde el punto de vista de la agricultura, como el maíz que produce almidón a partir de la fotosíntesis, algunas algas producen lípidos. Una clase de alga podría producir un combustible apropiado para un vehículo de motor. Otra podría ser más adecuada para generar combustible destinado a calefacción de viviendas. Y una tercera, por ejemplo, podría producir los lípidos precisos para impulsar un avión a través del Océano Pacífico. Algunas cepas de algas producen aceites de alto valor dietético, como los ácidos grasos omega 3, que han hecho tan populares a los suplementos dietéticos de aceite de pescado.
Las algas crecen con rapidez y no necesitan del uso de tierras de cultivo productivas. Las algas también pueden emplear diferentes fuentes alternativas de nutrición, como las aguas residuales.
El ascenso imparable del coste del petróleo, la demanda creciente de combustibles alternativos, los efectos del Cambio Climático, y la creciente preocupación sobre el uso de alimentos tales como el maíz y la soja como fuentes de combustibles, hacen de la producción de combustible a partir de las algas una opción mucho más atractiva.
Pero esto no se traducirá necesariamente en un rápido desarrollo de los combustibles basados en algas. Hay que crear infraestructuras completas, desde las instalaciones especializadas para el crecimiento de las algas, hasta las “refinerías”, y esto se logrará sólo cuando los productores potenciales vean el valor de esta estrategia y hagan las inversiones necesarias.
Puede tomar de 10 a 25 años el que los biocombustibles basados en algas estén disponibles para el uso público, aunque para algunos usos especiales podría desarrollarse la tecnología necesaria en un plazo de tiempo menor.
Ella no es la única en creerlo. Recientemente, Allied Minds, una compañía que trabaja con las universidades para comercializar tecnologías desde sus primeras etapas de desarrollo, invirtió una parte de su capital en el trabajo de la profesora de biología de la Universidad de Washington, formando una nueva empresa llamada AXI.
Tal como nos recuerda Cattolico, la gente no suele ser consciente de los muchos tipos de algas que existen, desde las unicelulares hasta la gran Thalassia, y cada una se desarrolla de manera diferente. “Lo que tratamos de hacer es escoger las mejores entre las mejores, aquellas que produzcan los lípidos adecuados para un tipo particular de combustible”, explica la investigadora.
AXI no se dedicará directamente al negocio de fabricar combustibles, sino que trabajará en estrecha colaboración con las compañías que sí se dedican a ello, con el fin de desarrollar cepas de algas que produzcan los lípidos, o aceites, correctos, para el combustible que se desee elaborar. No será necesario utilizar manipulación genética.
A diferencia de muchos de los cultivos importantes desde el punto de vista de la agricultura, como el maíz que produce almidón a partir de la fotosíntesis, algunas algas producen lípidos. Una clase de alga podría producir un combustible apropiado para un vehículo de motor. Otra podría ser más adecuada para generar combustible destinado a calefacción de viviendas. Y una tercera, por ejemplo, podría producir los lípidos precisos para impulsar un avión a través del Océano Pacífico. Algunas cepas de algas producen aceites de alto valor dietético, como los ácidos grasos omega 3, que han hecho tan populares a los suplementos dietéticos de aceite de pescado.
Las algas crecen con rapidez y no necesitan del uso de tierras de cultivo productivas. Las algas también pueden emplear diferentes fuentes alternativas de nutrición, como las aguas residuales.
El ascenso imparable del coste del petróleo, la demanda creciente de combustibles alternativos, los efectos del Cambio Climático, y la creciente preocupación sobre el uso de alimentos tales como el maíz y la soja como fuentes de combustibles, hacen de la producción de combustible a partir de las algas una opción mucho más atractiva.
Pero esto no se traducirá necesariamente en un rápido desarrollo de los combustibles basados en algas. Hay que crear infraestructuras completas, desde las instalaciones especializadas para el crecimiento de las algas, hasta las “refinerías”, y esto se logrará sólo cuando los productores potenciales vean el valor de esta estrategia y hagan las inversiones necesarias.
Puede tomar de 10 a 25 años el que los biocombustibles basados en algas estén disponibles para el uso público, aunque para algunos usos especiales podría desarrollarse la tecnología necesaria en un plazo de tiempo menor.
Fuente: Biodiesel España.
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