20 de
Enero de 2014.
Un
estudio publicado hoy en la revista Nature, en el que participa la
Universidad de Alcalá, echa por tierra la suposición común de que
los árboles ralentizan su tasa de crecimiento a medida que envejecen
y se hacen más grandes. Por el contrario, su desarrollo continúa
acelerándose con el tiempo, incrementando asimismo su capacidad de
acumulación de CO2. Un equipo internacional de investigadores, que
cuenta con la colaboración de la Universidad de Alcalá (UAH), ha
compilado medidas de crecimiento de 673.046 árboles pertenecientes a
403 especies de regiones tropicales, subtropicales y templadas a lo
largo de los cinco continentes, calculando las tasas de crecimiento
de biomasa para cada especie para después analizar la tendencia en
las 403 especies.
"Nuestros
hallazgos contradicen la suposición frecuente de que el crecimiento
de los árboles disminuye a medida que éstos se hacen más viejos y
de mayor tamaño”, subraya Miguel Ángel de Zavala, profesor de la
UAH –única institución española de las 24 participantes– y
coautor del trabajo. “También significa que los árboles grandes y
viejos secuestran más dióxido de carbono de la atmósfera de lo que
se asumía comúnmente”. Los resultados mostraron que para la
mayoría de las especies la tasa de crecimiento de biomasa
aumenta continuamente con el tamaño del árbol; en algunos casos,
los ejemplares grandes pueden llegar a sumar en un año el carbono
equivalente al fijado por uno de tamaño mediano a lo largo de toda
su vida.
“En
términos humanos, es como si nuestro crecimiento continuase
acelerándose después de la adolescencia, en lugar de disminuir”
explica el experto. “Según esta medida, los seres humanos podrían
pesar media tonelada en la madurez y más de una tonelada en el
momento de la jubilación”. Cuanto más viejos, mejor absorben CO2
Este incremento continuo de la tasa de crecimiento también significa
que en términos individuales los árboles grandes y viejos son
mejores para absorber el carbono de la atmósfera.
Sin
embargo, los científicos son cautelosos a este respecto y advierten
de que la rápida tasa de absorción de los árboles individuales no
se traduce necesariamente en un incremento neto del almacenamiento de
carbono para un bosque completo. Así, los árboles viejos, después
de todo, pueden morir y perder carbono de nuevo hacia la atmósfera a
medida que se descomponen.
“Mientras
están vivos, los árboles grandes y viejos juegan un papel clave en
la dinámica del carbono del bosque", añade el investigador.
"Durante años hemos eliminado bosques o los hemos
sobreexplotado sin control. Sin embargo, la ciencia nos dice que la
producción y la conservación no son incompatibles, sino que incluso
pueden ir de la mano”.
Así, los
bosques maduros y la diversidad aportan numerosos bienes y servicios
a la sociedad: desde el secuestro de carbono a una mayor resiliencia
al cambio climático.
“Al
igual que en otros ámbitos, la sociedad española debe hacer una
reflexión profunda sobre qué tipo de bosques quiere tener en el
siglo XXI y cómo gestionarlos. Estas consideraciones no son
superfluas, sino que son la base de una salida a la crisis real no
basada en modelos financieros especulativos, sino en un crecimiento
sostenible de un país que atesora un territorio de gran potencial”,
concluye Zavala.
En este
estudio han participado 38 investigadores de universidades, agencias
de gobierno y organizaciones no gubernamentales de EE UU, España,
Alemania, Francia, Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, Argentina,
Colombia, Panamá, Camerún, Congo, China, Tailandia, Taiwán y
Malasia.
Fuente:
Ecoportal.net, Agencias Sinc.
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