25 de Mayo
de 2013.
Por:
Harrison Rentería, Unimedios.
A pesar de su extenso uso ancestral en comunidades campesinas e indígenas de Amazonas y Chocó, hasta ahora la ciencia caracterizó las propiedades de dos particulares especies palmíferas que podrían convertirse en el sustento económico de muchas familias.
Gracias a
64 familias botánicas, conformadas por 277 géneros (218 de árboles
y 59 de palmas) y 412 especies (312 de árboles y 100 de palmas) –una
colección considerada como un importante patrimonio ambiental de la
región y del país–, el campus de la Universidad Nacional de
Colombia en Medellín no deja de darles sorpresas a los botánicos y
amantes de la naturaleza.
Allí, camufladas entre cientos de vegetales, investigadores de la sede hallaron dos especies de palmas que no habían sido reportadas científicamente, a pesar de tener un largo historial de uso entre comunidades indígenas y campesinas. Esto es sorprendente, pues este tipo de plantas palmíferas han estado en el ojo de los industriales por sus multifacéticas propiedades.
Allí, camufladas entre cientos de vegetales, investigadores de la sede hallaron dos especies de palmas que no habían sido reportadas científicamente, a pesar de tener un largo historial de uso entre comunidades indígenas y campesinas. Esto es sorprendente, pues este tipo de plantas palmíferas han estado en el ojo de los industriales por sus multifacéticas propiedades.
Se trata
de la pindó (Syagrus romanzoffiana) y la mocora (Astrocaryum
standleyanum), que tienen un potencial tan alto como sus tallos
(llegan a alcanzar los 18 metros de altura).
Benjamín
Rojano, director del grupo de investigación en Química de los
Productos Naturales y los Alimentos, de la Facultad de Ciencias de la
sede, cuenta que, si bien una planta puede tener un uso extendido en
las comunidades (tanto cultural como etnobotánico), puede no tener
un reporte científico en cuanto a las propiedades químicas de los
tallos, semillas y pulpa.
Después
de revisar cientos de registros bibliográficos, bases de datos
nacionales e internacionales, buscadores especializados en la web,
revistas científicas y el amplio registro de la UN, los científicos
no encontraron información acerca de su composición y estabilidad
química.
Esto es
extraño, dado que son muy comunes como ornamentos y hasta como
alimento para algunos grupos indígenas del Amazonas y del Choco, de
donde son oriundas.
Manos
a la obra
Desde hace
dos años –cuando las detectaron por primera vez adornando los
predios de la UN–, fue inmenso el panorama que se les abrió a los
expertos. Así que comenzaron a estudiar en el laboratorio su
composición orgánica y la manera de extraer aceite de sus semillas.
Encontraron
que los grandes racimos de semillas, de doce kilogramos cada uno, son
ricos en omega 3, 6 y 9. “Estos son ácidos grasos esenciales para
el funcionamiento corporal humano. Además, tienen potencial
cosmético, para fabricar labiales, bloqueadores solares,
jabones, así como alimentario, para frituras, repostería y
sustitutos lácteos”, detalla Dorely David Gómez, investigadora
del grupo.
El
profesor Rojano, consciente de que Colombia tiene la más alta
diversidad de palmas del mundo, asegura que se pueden encontrar
especies alternas para la industria cosmética y alimentaria que
incluso pueden competir con ejemplares de Brasil, que generan grandes
dividendos económicos.
En el
territorio nacional hay varias promisorias, como la naidí (Euterpe
oleracea) y el corozo costeño (Bactris guineensis), a las
cuales ahora se suman el pindó y la mocora. Todas han sido
estudiadas científicamente en la UN. “Estas podrían convertirse
en fuente de biocombustibles”, destaca.
Del
Amazonas a Antioquia
¿Cómo
llegaron estos exóticos ejemplares amazónicos al Valle de Aburrá?
Todo fue gracias al agrónomo León Morales Soto, uno de los mayores
expertos del país en palmas y especies arbóreas. Hace dieciocho
años trajo las semillas desde las selvas del sur del país y del
Pacífico colombiano.
De hecho,
él y su esposa, la profesora Teresita Varón, son responsables de
buena parte de la riqueza natural del jardín botánico en el que se
convirtió el campus de la UN en Medellín.
Morales
indica que campesinos y comunidades indígenas utilizaban las hojas y
la madera del pindó para levantar construcciones. La mocora
(originaria de Brasil) es común como planta ornamental a nivel
urbano y se la comercializa con los nombres de palma de azúcar o
palma reina.
Riqueza
para todos
En el
país, la investigación en palmas aún es escasa y está restringida
a solo algunos géneros comerciales. No obstante, la UN, a través de
grupos del Instituto de Ciencias Naturales y, principalmente, del de
Química de los Productos Naturales ha publicado 74 artículos
científicos y ha desarrollado diversos proyectos.
El
profesor Rojano sugiere que este tipo de indagaciones y hallazgos
pueden impulsar el sector palmífero del país: “sería ideal que
los campesinos pudieran tener cultivos extensos de estas otras palmas
y que no se quedaran solo en manos de los industriales”.
El
profesor Morales agrega: “Desafortunadamente, el descuido es muy
grande, porque ellas están en selvas y bosques muy primarios que
están siendo talados sin misericordia en regiones como la Amazonía
y el Atrato (Chocó). En la conservación de esa riqueza nos ha ido
mal, al igual que en su conocimiento”.
Por tal
motivo, el potencial científico y económico de la pindó, la
mocora, la naidí y otras especies aún por describir comienza a
abrirse campo desde la UN.
Fuente:
UN Periódico Edición No. 166. Universidad Nacional de Colombia.